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#256 El Problema del Mal, Una Vez Más

December 24, 2013
P

Hola Dr. Craig,

Soy una persona que era un cristiano muy conservador que pasó una cantidad innumerables de horas debatiendo los agnósticos y los ateos, utilizando muchos de los argumentos suyos, como también los propios míos. Recientemente mi fe ha sido deteriorada, para decir lo menos.

Pero quería darle seguimiento a su respuesta de esta semana que trata con el mal, dolor y el sufrimiento.

En primer lugar, usted con frecuencia dice que no hay buena razón para creer que Dios no tiene una razón importante para permitir el dolor y el sufrimiento en este mundo. Pero la carga de la prueba cae sobre usted para mostrar o dar una razón importante por qué un Dios todo amoroso y todo poderoso permitiría cierto dolor y sufrimiento innecesario. Decir que Dios “podría” tener una razón importante es como dar una mala “excusa o pretexto”, ¿no cree? Por ejemplo, si Dios en efecto tenía una razón importante para permitir que Hitler y sus secuaces construyeran hornos para deshacerse de los seres humanos, entonces ¿qué deberíamos hacer: regocijarnos de que los hornos fueron construidos con el sello de aprobación de Dios? ¿Por qué deberíamos considerar ese acto como algo inhumano o necesariamente malo si Dios tenía una razón importante para permitir que eso suceda? Me parece que si Dios tenía una razón importante para dejar que eso sucediera, entonces deberíamos regocijarnos de que hizo la voluntad de Dios.

Otro ejemplo: mi mamá recientemente falleció después haber batallado con demencia, al punto de que al final su mente ya no podía recibir las señales que le enviaba su cuerpo para decirle que se estaba literalmente muriendo de hambre. Todos los doctores dijeron que una sonda nasogástrica sólo iba a extenderle un sufrimiento prolongado. Como un recién convertido al agnosticismo, es difícil encontrar una razón importante al por qué un Dios todo amoroso permitiría esa extendida, prolongada muerte. Por favor ofrezca una buena hipótesis para la razón importante. Después de todo, la carga de la prueba está sobre usted para dar un buen ejemplo de una buena razón importante del por qué esas cosas sucederían si es que existe un Dios todo poderoso y todo amoroso. Otra vez, deberíamos regocijarnos de que Dios permite ese dolor y sufrimiento si de hecho él tiene una buena razón significativa para que eso ocurra.

Para mí, eso hace que el concepto de la oración por completo parezca indeterminadamente ridículo, ya que es difícil imaginarse que ese Dios todo poderoso y omnisciente iría a mirar ese dolor y sufrimiento pero decide sólo intervenir si alguien hace la oración correcta. ¿Se puede realmente imaginar que ese Dios podría mirar hacia aquí abajo y decir: “veo que María se encuentra en una cantidad tremenda de dolor, pero no voy a intervenir a menos que alguien ore, o haga la oración correcta?” Aun desde nuestra perspectiva, la respuesta tiene por lo menos una probabilidad de 50% de ser no, y Dios en su presciencia o conocimiento previo ya habría sabido la respuesta. De modo que no habría ninguna posibilidad de un resultado diferente de algún acontecimiento dado sin importar si el mundo entero oró en unidad. Por lo tanto, me parece que el concepto de la oración por completo es un concepto ridículo, viendo que un Dios todo poderoso y todo amoroso hubiese intervenido en vez de permitir que dicho dolor y sufrimiento continuara innecesariamente por meses y no hay una razón importante para que Dios permitiera ese dolor y sufrimiento. Entonces en vez de sentir empatía o de estar triste deberíamos qué: regocijarnos en saber de que Dios permitió su sufrimiento por tanto tiempo porque sin duda él tenía una razón buena y significativa de prologar su sufrimiento? ¡Lo siento pero eso simplemente no funciona!

Eso me lleva al último punto: ¿Por qué un cristiano perdería sus facultades mentales sólo para que restablecerlas en el mundo venidero? Si nuestro espíritu y conciencia continúan hacia ese maravilloso mundo del más allá, ciertamente sería la misma mente que entretenemos ahora, de otra manera si no hay memoria de la conciencia que tenemos de este mundo en el mundo venidero, entonces no tenemos una buena razón para anticipar con un gozo celestial, nada más que la tiene una visión atea de la nada, por lo menos desde nuestra perspectiva actual de la realidad. ¡Esto es todo! ¿Por qué debería yo preferir ir al cielo, si la mente que voy a tener allá no es la misma mente que tengo en este mundo? Y si esa mente puede ser alucinada o dañada más allá de tener un pensamiento racional y conciente en este mundo, ¿qué esperanza hay de que haya un rejuvenecimiento que nos espera en la vida después de la muerte? Creo que el hecho de que el sistema de circuitos de la “conciencia” del cerebro de uno puede ser desbandado o alucinado y dañado más allá de reparación, a pesar de la fe de uno o la falta de la misma, es lo suficientemente evidente a que la mente o conciencia no es eterna.

David

United States

Respuesta de Dr. Craig


R

Mis condolencias para ti, David por la recién muerte de tu madre. Mi propio padre murió de una manera similar después de ser reducido a una mera sombra de sí por la enfermedad de parkinson y fue algo muy doloroso de ver para mí.

Pero en mis obras acerca del problema del mal, he encontrado algo muy útil el distinguir entre lo que llamo el problema del mal que es emocional y el intelectual (Philosophical Foundations for a Christian Worldview [Fundamentos Filosóficos para una Cosmovisión Cristiana], capítulo 27). No puedo dejar de preguntarme si tú no estás luchando con el aspecto emocional del problema del mal, David, ya que tus objeciones, consideradas puramente intelectuales, no son muy sustantivas sino que parecen estar predicadas sobre algunos malentendidos básicos.

En primer lugar y lo más elemental, tienes la confusión del papel dialéctico del problema del mal en el dialogo entre el teísmo y ateísmo y de esa manera tienes la carga de la prueba. El problema del mal o del sufrimiento es un argumento de parte del ateísmo. Se ofrece como un derrotador de la afirmación teísta de que “Dios existe”. El ateo quiere probar que el enunciado es falso sobre la base de la maldad que hay en el mundo. De modo que es responsabilidad de él de presentar un argumento de que la maldad en el mundo es, de alguna manera, incompatible con la verdad de que “Dios existe”.

Los ateos filosóficos han entendido esto y de esa manera han ofrecido tradicionalmente argumentos al efecto de que el mal en el mundo hace lógicamente imposible o improbable que Dios exista y que por lo tanto Dios no existe. Como la persona que ofrece el argumento, el ateo está bajo la obligación de apoyar las premisas de su argumento. Él simplemente no puede afirmarlas y luego exigirle al teísta que las refute, nada más que el teísta cuando ofrece argumentos a favor de la existencia de Dios, simplemente pueda afirmarlas y exigirle al ateo que las refute. Ahora es el turno del argumento del ateo y por eso es él quien lleva la carga de la prueba. El teísta podría responder al argumento del ateo o tratando de mostrar que las premisas del ateo son falsas (una refutación de “derrotador de derrotador) o tratando de mostrar que no se ha demostrado que las premisas del ateo sean verdaderas (una debilitación de derrotador de derrotador). En este último caso, el teísta no necesita explicar el por qué Dios realmente permite el mal (¿por qué iría él a saber eso?. Él simplemente muestra que el ateo no ha podido excluir que Dios sí tiene razones moralmente suficientes para permitir que el mal ocurra.

Ahora bien, parte de mi respuesta al argumento de mal, defendido en mi obra publicada, es que el ateo hace juicios de probabilidad que simplemente están más allá de nuestra capacidad de hacer con cualquier tipo de confianza. Por ejemplo, si Dios hubiese prevenido que Hitler llegara al poder, no tenemos ni idea de cómo pudo haber transcurrido el curso subsecuente de la historia del mundo. Tal vez un fortalecido y animado Josef Stalin hubiese ocasionado atrocidades peores (él dejaría morir de hambre a 11 millones de ucranianos para financiar su estado marxista) y con el tiempo hubiese llevado al mundo a guerra de todos modos. Tal vez ya hubiese habido una guerra nuclear. ¿Quién sabe? De igual manera, nadie está en una posición de saber como las muertes agonizantes de tu mamá o mi papá pudiera afecta el transcurso de la historia del mundo. Tal vez Dios quiere que el hombre encuentre las curas para las enfermedades y dolencias que nos afligen en vez de juguetear constantemente con el mundo con intervenciones milagrosas para curar a las personas, así como Él quiere que nosotros desarrollemos plomeros y electricistas e informáticos en lugar de resolver mágicamente nuestros problemas con constantes intervenciones milagrosas en el mundo, las cuales nos dejarían como niños inmaduros en vez de agentes morales maduros. Más específico, Dios pudiera tener alguna razón providencial para el lento descenso de tu mamá. Tal vez, Él sabia que iba a ocasionar que tú lucharas con tu fe y que surja de este crisol un cristiano fortalecido y más maduro. No tienes ni idea de lo que Dios pueda realizar a través de la muerte de tu mamá. Sería algo insolente de tu parte pensar que su muerte fue en vano.

Ahora bien, tu respuesta a esto no es negar el punto—admites tácitamente que Dios bien podría tener razones providenciales para permitir los terribles males en el mundo—, pero tu réplica, entonces, es decir que deberíamos regocijarnos de que estas cosas hayan sucedido, lo cual a la luz de tu dolor acerca de la muerte de tu madre parece, por supuesto, ser absurdo. Sin embargo, la conclusión no se deduce, David. Como sabes, la Biblia enseña que debemos de dar gracias en todas las circunstancias, pero no necesariamente por todas las circunstancias. En particular, no le damos gracias a Dios por el pecado ni nos regocijamos por él. Estamos contentos de que en Su providencia Dios puede traer el bien de los actos pecaminosos de Hitler, pero ni nosotros ni Dios nos alegramos por el mal causado por Hitler. En el caso del mal natural, como las enfermedades de tu mamá y de mi papá, podemos estar calmados de que Dios puede traer algún bien de lo que ellos sufrieron, pero no se deduce que estamos alegres de que ellos sufrieron.

David, tu visión de la oración y de la providencia son inexpertas y están basadas en un razonamiento falaz. Si Dios tiene conocimiento medio, entonces Su providencia sobre un mundo ya toma en consideración cuales oraciones serían ofrecidas en varias circunstancias. Tu deidad antropomórfica de mirar hacia abajo y de tomar decisiones en el último momento es una caricatura. ¡Al afirmar que “Dios en su presciencia o conocimiento previo ya habría sabido la respuesta. De modo que no habría ninguna posibilidad de un resultado diferente de cual acontecimiento dado sin importar si el mundo entero oró en unidad,” has caído en el razonamiento falaz del fatalismo! Es lógicamente falaz de inferir de que porque Dios sabe de antemano que algún acontecimiento va a suceder, por lo tanto no hay posibilidad de que ese acontecimiento no vaya a ocurrir. Todo lo que sigue es que el acontecimiento va a suceder, no de que debe ocurrir y si no sucediera, entonces Dios hubiese sabido de antemano de manera diferente. (Véase mi libro: The Only Wise God [El Único Dios Sabio] para más acerca del fatalismo y de la presciencia o conocimiento previo). Este es uno de esos casos donde uno ve el valor verdadero de la filosofía para la vida cristiana. Debido a tus errores filosóficos, estás guiado a vituperar en contra de la oración como “ridículo”, de esa manera te corta a ti mismo de la misma fuente de esperanza y consuelo que tanto necesitas. Por supuesto, deberías sentir empatía y tristeza por aquellas personas que sufren y en lo que te regocijas es que ese sufrimiento no es el producto no redimido de una posibilidad ciega sino permitida por un Dios amoroso y providente quien puede traer algún bien de eso.

Tu punto final, David, me parece ser muy confuso. Es cierto que hay identidad personal de la persona que continúa en la vida después de la muerte y la persona en esta vida. Pero ¿por qué debería su condición mental ser la misma? El fallecido neurólogo, ganador del Premio Nobel, Sir John Eckles explicó una vez la relación que existe de la mente al cerebro de esta manera: la mente usa el cerebro como un instrumento para pensar. Así como un pianista no puede producir música preciosa si su piano está descompuesto y fuera de tono, aun si él mismo tiene la habilidad innata de producir esa música, de esa misma manera la mente no puede pensar de una manera apropiada cuando ella está discapacitada por una enfermedad o por drogas. Pero en la vida después de la muerte y en especial en la resurrección, estamos libres de esas enfermedades. La esperanza maravillosa de la vida eterna nos da la valentía para perseverar el breve sufrimiento de esta vida terrenal. Tú preguntas, “¿qué esperanza hay de que haya un rejuvenecimiento que nos espera en la vida después de la muerte?” ¿Por qué? ¡Por la resurrección de Jesús, por supuesto! Su resurrección en avance a la nuestra es la base de nuestra esperanza no sólo para nosotros sino también para la sanidad y restauración de tu mamá y para mi papá.

David, después de haber leído tu carta, no me da la impresión de que estás muy familiarizado o con la teología natural o con la evidencia histórica para la resurrección de Jesús, a pesar de que tú te catalogas como “un cristiano muy conservador”, ya que el movimiento de defensa de arriba que hago en contra del argumento de mal es sólo el otro lado de la moneda del caso ofensivo poderoso a favor de la existencia de Dios y la resurrección de Jesús. Aún si no tuviésemos respuesta para el argumento teísta del mal, pienso que esos argumentos y evidencias positivas simplemente sopesan el argumento desde la maldad. Aun así, tú aparentas no estar conciente del caso positivo a favor del teísmo cristiano.

Por lo tanto estos argumentos que das para rechazar la fe en Dios no son muy buenos, David. Te insto a lidiar con el dolor y con el tiempo comienza a estudiar con más seriedad, no sólo el problema del mal, sino también la evidencia positiva que apoya nuestra esperanza.

- William Lane Craig