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#42 Dios y la Neurociencia

August 22, 2012
P

Los avances en la neurología y el cerebro humano continúan descubriendo los mismos fundamentos biológicos que tenemos para nuestra creencia en Dios y para las supuestas experiencias espirituales (o místicas). De hecho, con el mismo avance, la creencia en un espíritu aparte del cerebro (o del cuerpo) continúa en retirada ya que las materias que pensábamos que provenían del espíritu tienen causas y dinámicas que son física-reproducibles (es decir, biológicas). Con frecuencia la Biblia habla acerca del “espíritu” y la creencia en un espíritu aparte del cuerpo es fundamental para la fe cristiana. ¿La nueva ciencia no inválida este fundamento central del cristianismo? Además, ¿No hacen estos avances que la compresión del concepto “Dios” sea el resultado de procesos biológicos naturales en nuestra mente?

Gracias,

Godfrey

Afghanistan

Respuesta de Dr. Craig


R

Para responder la pregunta de esta semana, le pedí al Profesor Michael Murray de la Universidad Franklin y Murray, quien ha estado estudiando profundamente esta área, para que escribiera una repuesta como invitado de esta Pregunta de la Semana. Aquí está la respuesta del Profesor Murray:

Godfrey plantea dos asuntos diferentes y debemos considerarlos por separados. El primero realmente tiene dos partes:

(1a) ¿La psicología y la neurociencia contemporánea demuestran que la mente humana es idéntica al cerebro humano?

Y

(1b) si eso es cierto, ¿No está eso en un conflicto directo con la Biblia?

El segundo asunto es este:

(2) ¿La psicología contemporánea demuestra que la creencia en Dios es el resultado de un proceso natural puramente psicológico?

Vamos a considerar esos temas en su turno.

Hasta el siglo veinte, la gran mayoría de eruditos (aunque no todos), cristianos y no, científicos y no científicos, aceptaban el dualismo, la visión de que los seres humanos están compuestos por mentes y cuerpos, dos tipos de sustancia que son fundamentalmente diferentes. Los cuerpos se entendían que eran objetos vivos compuestos por partes materiales que se extendían en el especia, sujetos a las leyes de la naturaleza e incapaces de deliberar, razonar y de pensar. Las mentes o almas, por el contrario, se consideraban ser entidades inmateriales que no poseían partes, capaces de tener una reflexión racional, de deliberar y de hacer decisiones libres. Mientras la psicología y la neurociencia experimental han progresado en los últimos cien años, la mayoría de los científicos en esas áreas han llegado a pensar que no hay necesidad de hacer hipótesis de esas dos clases distintas de sustancias. En lugar, ellos piensan que cada uno de los aspectos de la vida humana, física y mental, se puede explicar en términos de las obras corporales (del cuerpo). De hecho, en la psicología y neurociencia, describir una posición teórica como “dualista” con frecuencia es un término de irrisión. ¿Qué ha llevado a ese cambio radical?

En gran parte el cambio puede ser explicado porque las investigaciones han demostrado lo que parece ser una relación increíblemente cercana entre la actividad del cerebro y la actividad de la mente. Muchos de nosotros estamos familiarizados con representaciones pictóricas del cerebro humano, el cual traza varias actividades mentales en diferentes partes de la corteza cerebral. Los neurocientíficos son rápidos en reportar que sabemos donde (en el cerebro) “suceden” la memoria, la percepción visual, el razonamiento moral, la emoción, el proceso lingüístico y otros aspectos de la vida mental del ser humano. Debidos a estas correlaciones, podemos con confianza ocasionar ciertos tipos de estados mentales en las mentes humanas al estimular de manera electrónica, química o magnética ciertas partes del cerebro (de hecho, el neurocientífico Michael Persinger afirma que ha desarrollado un “casco” magnético capaz de producir “experiencias religiosas”—en efecto eso está disponible de venta en el Internet—aunque ya se habían terminado la última vez que miré).  Qué más, podemos predecir con confianza cuales tipos de actividades mentales serán dañadas o extinguidas en casos de una herida en el cerebro simplemente al saber cuales partes del cerebro han sido destruidas. Estas claras y sorprendentes correlaciones entre la actividad del cerebro y la “actividad de la mente” han llevado a muchos a concluir de que no hay nada más que hacer para un alma inmaterial. La actividad mental parece estar constituida por completo por la actividad del cerebro.

¿Tienen razón esos neurocientíficos? Tal vez. Pero la evidencia a favor de su visión no es tan tan parcializada como el casi consenso científico haría pensar a alguien. De hecho, hay dos clases de problemas con el razonamiento que ha llevado a los científicos a ese consenso. En primer lugar, éste no está del todo claro que la correlación entre la actividad mental y la actividad del cerebro señala la identidad de las dos.  Tal vez el problema puede ser ilustrado de la siguiente manera. Imaginemos que la vida en la tierra sea destruida. Poco tiempo después (un periodo muy corto), extraterrestres descienden al planeta. Un par de ellos se tropiezan con una casa más vieja y se encuentran con una televisión antigua equipada con una antena para recibir señal (en la se estaban transmitiendo la repetición del show “Yo Amo a Lucy”). Como ellos nunca habían visto ese equipo (la televisión), el par de extraterrestres deciden de tratar de ver como “eso funciona.” Ellos remueven la parte de atrás de la televisión y uno de ellos se para detrás jugando con los alambres y las partes electrónicas mientras que el otro observa desde el frente para ver los efectos. Después de un tiempo, (y tal vez después de darles corrientes), ellos notan que desconectar el alambre rojo causa que el color azul desaparezca de la pantalla. Cuando desconectan el alambre verde causa que los sonidos graves  deje de salir del parlante. Etc. Después de un rato, ellos han notado una correlación perfecta entre la actividad (y la interrupción) de ciertos circuitos en la televisión y la imagen y el sonido que se produce. Su conclusión: trabajar la televisión se debe explicar por completo en términos de la actividad de los componentes eléctricos dentro de la televisión.

¡Incorrecto! La cosa que los extraterrestres no se dieron cuenta (y tal vez no podían darse cuenta tomando en cuenta sus experimentos) era que la televisión también necesitaba la actividad del canal o estación de televisión que estaba transmitiendo la señal del programa. Sin eso, no hubiese habido el show Yo Amo a Lucy para que ellos pudieran interrumpir con sus travesuras eléctricas.

Tal vez las mentes y los cerebros están relacionados el uno al otro de maneras que son similares a la relación entre las estaciones o canales de televisión y las televisiones. Sin embargo, mientras esta analogía es instructiva, ella va a estar muy lejos de ser perfecta. Por un lado, si las mentes son diferentes a los cerebros, las líneas de comunicación corren en ambos lugares (a diferencia del canal de televisión y la televisión). Pero lo que este ejemplo muestra es que meramente encontrar correlaciones fuertes entre una actividad neural y “la imagen y el sonido” que constituyen nuestra vida mental no es suficiente para mostrar su identidad.

En segundo lugar, hay un número de problemas filosóficos (contrarios a estrictamente científicos) con el “fisicalismo” (la visión que dice que la mente no es nada más que el cerebro material) que podrían darnos una razón poderosa para rechazarlo (aunque la razón no va a ser científica). Primero, todos estamos generalmente comprometidos con la idea de que los seres humanos somos capaces de hacer elecciones libres. Por elecciones libres típicamente queremos decir la habilidad de escoger entre cursos de alternativas de acciones de maneras que no están determinadas por las leyes de la naturaleza. Típicamente, pensamos que las acciones que están determinadas por las leyes de la naturaleza no son libres, están más allá de “nuestro control,” y por lo tanto no son dignas de elogiar o de culpar (usted no la puede culpar por romper el jarrón, ella estaba sonámbula). De manera que las acciones libres y responsables que tomamos en virtud de elecciones que hacemos que no están determinadas por las leyes de la naturaleza. Y esto parece ser un problema para el fisicalista. ¿Por qué? Debido a que si las mentes no son nada más que cerebros, y los cerebros no son nada más que objetos físicos, y los objetos físicos están rugidos por las leyes de la naturaleza, simplemente no puede haber dicha cosa como la elección libre. La realidad de la elección libre parece incompatible con el fisicalismo.

Aquí está el segundo problema. Todos estamos confiados que perduramos a través del tiempo. Era una vez que todos ustedes que están leyendo esto pesaban menos de veinte libras, no podían hablar y alguien tenía que darle de comer.  ¡Ya no más! ¿Cómo pudimos salirnos con la nuestra con el cuento de vamos a perdurar a través del tiempo y a través de tantos cambios (en tamaño, peso, destreza y en auto-mantenimiento)? Para responder esa pregunta, primero necesitamos responder la pregunta: ¿Qué significa para mí ser “la misma cosa o persona” que yo era en aquel entonces? Bueno, seguro que esto no quiere decir que yo soy una cosa con las mismas propiedades. Así que ¿Qué es eso que es lo mismo? Tal vez es que mis partes perduran. Quizá. Pero desafortunadamente, en realidad es que ellas no perduran. El cuerpo humano constantemente está haciendo reparos y renovación al punto que nosotros experimentamos un giro completo en las partes (moleculares) cada siete años (en promedio). Por lo tanto, parece que el que yo perdure a través del tiempo no va a ser explicado por todo o aun porque alguna de mis partes perdure.

¿Cuáles otras opciones existen? Parece que hay solo dos. O perduro debido a alguna propiedad o característica de mí que es distintiva o mi perdurar se explica por algo completamente distintivo de cualquier material. ¿Qué podemos decir acerca de la primera opción? El problema con la primera opción es que parece posible, en principio, duplicar en otro cuerpo humano la propiedad que le hace a usted “único.” Digamos que usted piense que la propiedad distintiva es su memoria o su personalidad. Estoy escribiendo esta respuesta estando en un avión. Así que vamos a imaginar que mi personalidad o memoria está perfectamente duplicada en la persona que está sentada a mi lado en este momento. Pregunta: ¿Dónde estoy sentado? Desafortunadamente, cada respuesta posible a esa pregunta no es satisfactoria (se lo dejo al lector que busque las respuestas y que vea el por qué). El resultado: esta no puede ser la manera correcta de pensar acerca de perdurar.

Lo que resulta de todos esto es que muchos filósofos concluyen que el perdurar solo tiene sentido si cada uno de nosotros es una identidad sin ninguna parte que exista a través del tiempo y que sea asociada a nuestros cuerpos, es decir, si somos un alma.

Demasiado ya para hablar de algunas de las dificultades que hay con el fisicalismo. Vamos ahora a hablar de la segunda parte de la primera pregunta (1b arriba).  Si resulta que el consenso científico tiene razón y que, a pesar de esos problemas, nuestras mentes simplemente son cerebros, ¿ese hecho clara y directamente entra en conflicto con lo que enseña la Biblia acerca de la naturaleza de los seres humanos? La respuesta es: no obviamente. Mientras que es verdad que los teólogos cristianos, a través del tiempo, han mayormente favorecido el dualismo, no hay una pequeña cantidad de evidencia que favorece el fisicalismo. Por ejemplo, consideremos los siguientes textos que tienen que ver con nuestro origen y nuestro destino final:

…Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente…Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres y al polvo volverás (Génesis 2:7 y 3:19).

En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo. Será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados: unos para vida eterna, otros para vergüenza y confusión perpetua (Daniel 12: 1-2).

Entonces llegaron sus discípulos, tomaron el cuerpo, lo enterraron y fueron a dar la noticia a Jesús. Al oírlo Jesús, se apartó de allí, él solo, en una barca a un lugar desierto. Cuando la gente lo supo, lo siguió a pie desde las ciudades. Al salir Jesús, vio una gran multitud, tuvo compasión de ellos y sanó a los que de ellos estaban enfermos (Mateo 14:12-14).

De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna, y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida. De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo;  y, además, le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del hombre.  No os asombréis de esto, porque llegará la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;  y los que hicieron lo bueno saldrán a resurrección de vida; pero los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación (Juan 5: 24-29).

Creo todas las cosas que en la Ley y en los Profetas están escritas con la esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos (Pablo, respondiendo a los que le acusaban en su juicio frente a Félix en Hechos 24).

Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. El Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo. Entonces, los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras (1 Tesalonicenses 4: 13-18).

Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó;  y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana: aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que murieron en Cristo perecieron. 1Si solamente para esta vida esperamos en Cristo, somos los más dignos de lástima de todos los hombres (1 Corintios 15: 16-19).

Si como hombre batallé en Éfeso contra fieras, ¿de qué me sirve? Si los muertos no resucitan, “Comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (1 Corintios 15:32).

Os digo un misterio: No todos moriremos; pero todos seremos transformados,  en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta, porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados, pues es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción y que esto mortal se vista de inmortalidad. Cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: “Sorbida es la muerte en victoria.” ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde, sepulcro, tu victoria? (1 Corintios 15: 51-55).

Tomado a pie de la letra, esos pasajes parecen indicar que estamos hechos de componentes materiales (“polvo”) que Dios trajo a la vida y que cuando experimentamos la muerte física, vamos a estar exterminados y sin esperanza a menos que nuestros cuerpos van a volver a la vida en cuerpo resucitado. Todo eso hace un sentido perfecto del fisicalismo. Sin embargo, esos pasajes requieren una lectura forzada sobre el dualismo.

No es mi intención de insinuar que el caso bíblico a favor del fisicalismo es un hecho. Muy lejos está de eso. Hay, por ejemplo, algunos pasajes en lo que aparenta que los espíritus de las personas muertas pueden “aparecer” (Por ejemplo, Samuel, Moisés y Elías todos parecen haber hecho esas apariciones). Pero los cristianos tienen que tener cuidado en extraer conclusiones filosóficas de las páginas de la Biblia acerca de la naturaleza de la mentalidad humana. El hecho es que la evidencia es ambigua.

Ahora vamos a la pregunta (2). ¿La psicología y la neurociencia reciente nos muestran que la creencia en Dios es el resultado de un proceso psicológico puramente natural? La respuesta a esa pregunta es: “depende.” Los psicólogos evolutivos y cognitivos recientemente ha desarrollado un número de explicaciones naturalistas diferentes de la religión. Esas explicaciones tienen el objetivo de mostrar que los seres humanos están naturalmente predispuestos hacia la creencia y ritos religiosos debido a ciertas “herramientas mentales” innatas o nativas. Algunos teóricos continúan argumentando que tenemos esas herramientas mentales porque ellas, o la religión que la hacer surgir, es y/o fue adaptiva por nuestros ancestros y luego fueron transmitas o pasadas a nosotros. 

¿Qué clase de evidencia existe para esa afirmación? La respuesta a esa pregunta depende de cual de los seis modelos principales de la explicación una adopta.  El modelo más popular (al cual podemos llamar el “modelo cognitivo”) argumenta que los seres humanos tienen herramientas mentales específicas e identificables que hacen que la creencia religiosa sea fácil y natural. Por ejemplo, tenemos una herramienta mental que nos hace pensar que hay agentes alrededor cuando detectamos ciertos sonidos, movimientos o configuraciones en la naturaleza. Ese “agente detector” nos lleva a hacer hipótesis de agentes que, por ejemplo, controlan las fuerzas de la naturaleza. Además, nuestras mentes están naturalmente dispuestas a recordar y a transmitir ideas que violan ciertas expectativas innatas que tenemos acerca de los funcionamientos del mundo. Por ejemplo, nacemos (afirman) pensando que los agentes son cosas físicas. Cuando se nos lleva (usando la agencia de herramienta de detectar) a hacer hipótesis de agentes que causan los relámpagos o el viento, se nos lleva a pensar que hay agentes invisibles. Pero los agentes invisibles son contra-intuitivos y extraños. Como resultado, los recordamos fácilmente y hablamos de ellos y de esa manera hacemos que esos conceptos se extiende de forma rápida (y de esa manera la religión tiende a expandirse de una forma rápida). Además, hay fuerte evidencia de que estamos naturalmente predispuestos, desde una pequeña edad, para ver todas las cosas de una manera que es dirigida a un objetivo, incluyendo el mundo natural. Esa tendencia ha llegado a ser llamada “teísmo intuitivo” por los psicólogos del desarrollo, ya que es una tendencia de ver propósito en todo nuestro mundo. Esto naturalmente nos dispone a creer en una fuerza que da propósito en el universo: dioses o un Dios.

Hay muchas evidencias adicionales de este tipo, todas ellas hacen parecer que la religión es un producto natural de las herramientas mentales de una mente humana que funciona de manera apropiada. Pero  ¿no muestra eso que la religión es simplemente un truco que juega nuestras mentes en nosotros? No exacto. Parece como si alguien que saca esa conclusión debe estar argumentando de la siguiente manera:

(1) El desarrollo de la mente humana a través de la historia natural ha proveído a esas mentes con un número de propiedades especiales.
(2) Cuando consideramos el mundo natural y social, esas propiedades animan a los humanos a creer en dioses.
(3) Por lo tanto, el desarrollo de las mentes humanas ha producido creencia en dioses (es decir, Dios es un “accidente” de la evolución)
(4) Por lo tanto, la creencia en dioses es falsa.

Sin embargo, este argumento comete una falacia bien conocida de la lógica llamada “falacia genética.” El razonamiento genéticamente falaz tiene el objetivo de argumentar a favor de la verdad o falsedad de una creencia simplemente de las consideraciones del origen de la creencia. Pero por supuesto, las creencias perfectamente verdaderas pueden surgir incluso de fuentes locas. Yo podría pensar de que hay 449 personas en la biblioteca porque veo en mi reloj que son las 4:49. ¿Podemos concluir que esa creencia es falsa como resultado de mi rara forma de razonar? Por supuesto que no. Podría ser verdadero, a pesar del extraño origen.

Aun podemos modificar el argumento de arriba de una manera que no cometa la falacia pero todavía parece plantear el problema para la creencia religiosa de la siguiente manera:

(1) El desarrollo de la mente humana a través de la historia natural ha proveído a esas mentes con un número de propiedades especiales.
(2) Cuando consideramos el mundo natural y social, esas propiedades animan a los humanos a creer en dioses.
(3) Por lo tanto, el desarrollo de las mentes humanas ha producido creencia en dioses (es decir, Dios es un “accidente” de la evolución)
(4) Por lo tanto, la creencia en dioses no es garantizada.

Al igual que mi creencia de que hay 449 personas en la biblioteca sobre la base de ver mi reloj no estaría garantizada, tal vez creer en la existencia de Dios basada en los funcionamientos de las herramientas mentales identificadas no estaría garantizada.

¿Pero lo estaría? Vamos a mirar el argumento otra vez, quitándole la palabra subrayada “dioses” y sustituyéndola con una de las siguientes palabras: mentes humanas, rocas, arco iris el pasado, que la ciencia puede descubrir la verdad, etc. Es seguro que la conclusión del argumento en cada caso parece estar equivocado. Las mentes humanas naturalmente forman creencias en esas cosas y al hacer eso, pensamos,  hacen las cosas correctas. Así que ¿Por qué no concluir que ellas hacen que las cosas sean correctas en lo que tiene que ver con la creencia en Dios? ¿Qué hace este caso diferente? Uno podría decir: “Bueno, porque la creencia religiosa es falsa.” Pero eso no es un argumento—simplemente eso incurre una petición de principio.

Tal vez el problema planteado por estos relatos es del todo algo diferente. Podríamos poner la preocupación de esta manera. En el caso de nuestra disposición natural de creer en rocas o en mentes humanas, las creencias que formamos son ocasionadas por rocas y mentes humanas que actúan directamente en nuestras mentes (por medio de nuestros sentidos, por ejemplo).  Pero en el caso de una creencia religiosa, la creencia en Dios surge de nuestra  “agencia detectora” que disparando en la presencia del viento y las ondas. Eso hace esas creencias religiosas muy diferentes. Las creencias en las rocas son causadas por rocas, mientras que las creencias en Dios son causadas  por… el viento. Por lo tanto, podríamos decir, creeríamos en Dios en Dios,  aun si no hubiera ningún Dios. Y eso es un problema.

Esa crítica esta correcta—eso sería un problema. Pero no está claro de que lo que la crítica está diciendo es verdadero. ¿Es verdadero que:

(6) Las mentes humanas existirían y la creencia en Dios, aun si no hubiera Dios?

No lo creo. No creo que hubiera un universo si no hubiera Dios. No creo que el universo estaría bien-ajustado para la vida si no existiera Dios. Y creo que tampoco  hubiera ninguna vida, creyentes, seres humanos, o religión si no existiera Dios. ¿Estoy equivocado? Si lo estoy, nada en la psicología evolutiva o cognitiva indica que lo estoy. Por lo tanto, contrario a la conclusión inicial, los relatos evolutivos no nos  enseñan que tendríamos creencias religiosas, sin importar si ellas son o no verdaderas. Como resultado, este argumento fracasa.

Tal vez hay otras razones para pensar que estos relatos psicológicos plantean problemas para la creencia religiosa, pero no está del todo claro de cuales serían esas razones. Por el momento, parece perfectamente aceptable de una manera que cuando ellas están funcionando de una manera apropiada, ellas forman las creencias en la existencia de rocas, arco iris, mentes humanas y… Dios.

- William Lane Craig