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#40 Stuart Hackett

August 22, 2012
P

Dr. Craig,

Favor de compartir con nosotros sus mejores recuerdos de Dr. Stuart Hackett y la influencia que él tuvo en los pensamientos de usted.

Gracias,

David.

United States

Respuesta de Dr. Craig


R

¡Me sorprendió recibir esta pregunta! (¡No viene de David el hijo de Dr. Hackett!). Muy frecuente esperamos que una persona esté muerta para conmemorarla. Pero estoy contento de hacer esto mientras Stu todavía está con nosotros.

Mi primer trato con Stuart Hackett llegó durante el primer semestre de mi primer año en la Universidad Wheaton. Esa universidad requiere que todos los estudiantes tomen la clase “Introducción a la Filosofía” y como esa clase encajaba bien en mi horario, me inscribí en ella. Tengo que confesar que la clase no me gustó. Básicamente, era una clase que analizaba la historia de la filosofía occidental. Mirando atrás, creo que ese tipo de clase es la clase equivocada para requerirles a los estudiantes de introducción. Sin tener ningún trasfondo en filosofía, estaba desconcertado por la caravana de pensadores—Platón, Aristóteles, Descartes, Hume, Leibniz, y así sucesivamente—todos saliendo con opiniones raras, contradictorias e igualmente no fundamentadas acerca de temas. Trágicamente, aunque obtuve un “A” en la clase, salí de ella pensando que la filosofía simplemente era irrelevante. Pienso que hubiese sido mucho mejor haber enseñado esa clase de una manera temática, enfocándose en algunas de las “grandes preguntas” como por ejemplo, la libertad de la voluntad, la naturaleza del conocimiento, la existencia de Dios, etc., y mostrando la relevancia de esas preguntas para la teología cristiana.

¡Dr. Hackett era un personaje! Siempre llegaba con su maletín y un vaso plástico verde con agua con una etiqueta que tenía las iniciales STP en él. Nos informó que se ponía una corbata porque su esposa le obligaba, pero como una señal de independencia, supongo yo, se ponía las corbatas más tontorronas que usted se pudiera imaginar, las cuales incluían monstruosidades que su hija cosía en la casa. Él desafiaba a cualquier persona en la clase que no fuera parte de un equipo deportivo a una competencia de flexión (se murmuraba que él solo había perdido uno de esos desafíos en toda su carrera). Cuando impartía su cátedra, sus oraciones eran tan largas y prolijas que en lo que él llegaba al final, ya yo me había perdido en el laberinto de preposiciones subordinadas y advertencias. Él tenía el hábito de re-frasear nuestras preguntas simples, comenzado con algo similar a, “Con eso, ¿usted quiere decir…? y continuaba con una larga y complicada re-formulación, dejando al pobre e ignorante estudiante incierto de qué era lo que él había preguntado. Al principio, pensé que él se estaba jactando, pero con el tiempo se me ocurrió que él simplemente hablaba en oraciones Germánicas largas. Traté fuertemente de entenderlo, pero me temo que tuve poco éxito.

Pienso que el mejor momento de Stu ese semestre llegó un día cuando habló Jack Wyrtzen de la organización Word of Life Fellowship en la capilla de la mañana. Su texto fue Hechos 17 donde habla de cuando Pablo se dirigió a los filósofos de Atenas que se reunieron en el Areópago. Wyrtzen mencionó que los filósofos literalmente llamaron a Pablo un “palabrero.” De hecho, Wirtzen dijo que son lo filósofos que realmente son palabreros y continuó burlándose de los filósofos por lo que ellos hacen. Esta bofetada fue algo especialmente torpe y vergonzosa ya que vino exactamente la semana que se celebraba la muy reconocida conferencia anual de filosofía del otoño. La clase de Hackett se reunía inmediatamente después de la capilla, así que todos nosotros los estudiantes estábamos al borde de nuestros asientos para ver como Dr. Hackett respondería. Cuando llegamos al salón de clase, él dijo en voz alta, “¿Están listos todos ustedes palabreros?” Cuando cesaron todas las risas, dijo, “Aquí está lo que tengo que decir acerca del mensaje de hoy en la capilla. Cuando haya traído la cantidad de personas al Reino de Dios que Jack Wyrtzen ha traído, entonces voy a criticar.” Sin nada más que decir, comenzó su cátedra. Pensé, “¡Wao!”

Nunca soñé que algunos años después Stu y yo nos convertiríamos en colegas de facultad del mismo departamento. Pero cuando estaba a punto de terminar mis estudios doctorales en Munich, recibí una llamada de Trinity Evangelical School ofreciéndome una posición como profesor asistente de filosofía. Durante nuestro tiempo en Europa, Stu había dejado su trabajo en Wheaton, donde había pasado una gran parte de su carrera, para impartir clases en el departamento de Filosofía de Religión con Norman Geisler en Trinity. Norman estaba dejando el trabajo en Trinity para tomar una posición en Dallas, lo que creaba la posición que se me ofrecía a mí. Jan y yo hablamos sobre eso y decidimos tomar la oferta. Así que en enero de 1980, me uní a Stu en el departamento en Trinity.

Era definitivo que Stu no encajaba el molde típico de un profesor de seminario y los estudiantes estaban encantados de sus excentricidades. Su amada esposa, Joan, para ese tiempo se había cansado de tratar de que él se pusiera un corbata, así que él siempre se ponía una cruz larga. Se había dejado crecer la barba, pero (para compensar, él decía) se había raspado un poco los cabellos. Se ponía colores que no combinaban. Por ejemplo, se ponía algo morado con marrón, con cinturón de piel que tenía un pipa de marihuana en la hebilla que se lo había regalado su hijo (la cual él se ponía al revés para que las personas no pudieran reconocer lo que era y se sintieran ofendidos por eso). Él sirvió como el presidente del departamento y como odiaba el trabajo administrativo, nunca tuvimos reuniones del departamento—simplemente me llamaba por teléfono y despachábamos los negocios del departamento en unos minutos.

Descubrí que Stu y Joan eran una pareja muy amable y que tenían un matrimonio maravilloso. ¡Hablar de lo opuesto! Ella siempre era tan decente y conservadora en su apariencia y comportamiento. Uno no podía evitar de preguntarse de cómo ellos se juntaron. Pero juntos los dos modelaban, para los estudiantes, como tenía que ser un matrimonio cristiano. Los estudiantes les amaban y con frecuencia iban a su casa, ya sea para juntarse con ellos o simplemente para pasar un rato. Durante los siete años que enseñé en Trinity, Jan y yo nos hicimos buenos amigos de Joan y Stu. Su amistad nunca significó más para nosotros que en los días difíciles del año1986 cuando la administración de Trinity decidió eliminar el programa de Filosofía de la Religión y cerrar nuestro departamento. Stu estaba vergonzosamente movido al programa de licenciatura y yo me encontré sin trabajo, ahora con dos niños que mantener. Joan era como una madre para Jan durante ese tiempo, siempre estaba disponible con palabras de consuelo y de ánimo. Ellos nos dieron ánimo y oraron con nosotros, mientras buscábamos trabajo en otro lugar. De alguna manera, era realmente más fácil para nosotros que para ellos, ya que el haber perdido mi empleo en Trinity nos lanzó a una carrera completamente nueva ya que regresamos a Europa y pasamos siete años en la Universidad de Louvrain, mientras que Stu y Joan tuvieron que permanecer allá con el recuerdo constante de una administración que ya no valorizaba a un hombre quien era, discutiblemente, su profesor más brillante. Aun así Stu y Joan soportaron esa prueba con gracia y caridad.

Para ese tiempo ellos se habían mudado de regreso al área de Wheaton, donde podían estar cerca de sus hijos. Stu estaba sufriendo de la enfermedad de Alzheimer.  Su último libro sobre Eticas permanece sin ser publicado y me encuentro actualmente buscando a una casa publicadora para que lo publique. Ore por eso.

Justo antes de graduarme de Wheaton en el 1971, compré una copia del libro de Stu “The Resurrection of Theism” (La Resurrección del Teísmo) que tomé de la tabla de libros descontados en la librería universitaria. Luego durante el otoño, cuando pude terminar de leer el libro, estaba absolutamente asombrado de lo que había leído. A diferencia de lo que se me había enseñado en las clases de teología en Wheaton, Dr. Hackett, con una lógica devastadora, defendía los argumentos a favor de la existencia de Dios y proporcionaba refutaciones a cada objeción posible que se hacía a ellos. El punto central de su argumento era una visión que era en gran parte ignorada del argumento cosmológico: es racionalmente inconcebible que la serie de acontecimientos pasados sea infinita.  Debe haber un comienzo del universo y por lo tanto, debe haber una causa que lo trajo a la existencia. El haber leído el libro de Hackett fue una experiencia sorprendente y reveladora para mí. Tenía que investigar si él tenía razón.

En el 1973 me inscribí en el programa de Maestría en Filosofía de Religión dirigido por Norm Geisler en el Seminario Trinity. Uno de los requisitos para entrar al programa era el Graduate Record Exam (Examen de Registro para Graduados) en filosofía. Así que para prepararme para el examen, leí y tomé apuntes detallados de los nueve volúmenes de la Historia de la Filosofía de Frederick Copleston. Fue ahí que descubrí la historia extensa del pensamiento judío, musulmán y cristiano acerca del argumento el cual Hackett estaba defendiendo. Estaba determinado de que si pudiera hacer un trabajo doctoral, escribiría mi disertación del PhD sobre este argumento.

A través de una serie de acontecimientos extraordinariamente providenciales, escribí sobre el argumento cosmológico bajo John Hick en la Universidad de Birmingham en Inglaterra. Con el tiempo, tres libros salieron de esa disertación doctoral. Pude explorar las raíces históricas del argumento de Hackett como avanzar su análisis. También descubrí conexiones completamente sorprendentes con la astronomía contemporánea y la cosmología.

Debido a sus raíces históricas en la teología Islámica medieval, bauticé el argumento con el nombre “el argumento cosmológico kalam” (“kalam” es la palabra árabe para teología medieval). Hoy este argumento, en gran parte olvidado desde el tiempo de Kant, está de regreso en el centro del escenario. Cambridge Companion to Atheism (Compendio Cambridge para el Ateísmo) (2007) reporta, “un recuento en los artículos de las revistas de filosofía muestra que más artículos han sido publicados acerca de la defensa del argumento Kalam hecha por Craig que lo que se ha publicado acerca de la formulación de cualquier filósofo contemporáneo sobre un argumento a favor de la existencia de Dios…teístas y ateos por igual ‘no pueden dejar en paz al argumento Kalam de Craig’” (p. 183).

El crédito para el avivamiento de este argumento al final va para Stu Hackett. Estoy convencido que si el libro The Resurrection of Theism (La Resurrección del Teísmo) hubiese sido publicado por Cornell University Press en lugar de Moody Press, entonces la revolución en la filosofía cristiana que comenzó con la publicación del libro de Alvin Plantinga titulado “God and Other MInds” (Dios y Otras Mentes) publicado en el 1967 pudo haber comenzado diez años antes. Le doy gracias a Dios por el impacto de Stuart Hackett en mi vida.

- William Lane Craig