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#713 Fundamentos para creer en la inspiración bíblica

January 24, 2021
P

Hola Dr. Craig.

En primer lugar, en su estudio sobre la inspiración bíblica, usted observa que el [mismo] Nuevo Testamento afirma ser inspirado por el propio Dios, pero parece ser una declaración pragmáticamente circular, ya que el Nuevo Testamento tendría razón sobre su propia inspiración solo si es inspirado, ¿cierto? Pero eso es precisamente lo que queremos saber. ¿Me puede dar alguna ayuda aquí?

En Cristo.

Israel

Venezuela

Respuesta de Dr. Craig


R

Siempre disfruto recibir preguntas sobre mi área de estudio actual, lo cual hasta hace poco había sido la doctrina de las Escrituras como parte de mi proyectado libro sobre teología filosófica sistemática.

Tu pregunta, Israel, involucra una confusión que es sorprendentemente común incluso entre los eruditos cristianos que han escrito sobre esta doctrina. La confusión implica una combinación de dos preguntas completamente diferentes, que fueron claramente distinguidas por el teólogo de Princeton Charles Hodge:

1. ¿Qué enseña la Biblia en cuanto a la naturaleza y efectos de la influencia bajo la que fue escrita?

2. ¿Es la Biblia lo que afirma ser?[1]

La primera es una cuestión doctrinal; la segunda es una pregunta apologética.

No es, en lo absoluto, viciosamente circular indagar sobre la doctrina bíblica de las Escrituras y llegar a la conclusión de que las Escrituras enseñan que es divinamente inspirada (la primera pregunta). A diferencia del presuposicionalista, aquí no nos preocupa cómo llegamos a ser justificados al creer en las afirmaciones de verdad cristianas (la segunda pregunta). Más bien, simplemente queremos preguntar cuáles son esas afirmaciones de verdad. Es indiscutible que la teología cristiana históricamente ha visto las Escrituras como la fuente básica de su contenido doctrinal. Dado que las Escrituras es la norma normans (norma determinante) de la doctrina cristiana, queremos saber qué enseñan las Escrituras con respecto a las Escrituras y, por tanto, qué tiene que decir la religión cristiana sobre sus fuentes normativas. Luego podemos hacer la pregunta apologética de si la creencia en esa doctrina puede estar justificada y/o de qué manera.

Desafortunadamente, un crítico poco comprensivo como James Barr no tiene esta distinción pendiente. Él dice que el argumento que es "más incesantemente utilizado" por los "fundamentalistas" es éste: "La Biblia es autoritaria, inspirada e infalible porque ella misma lo dice".[2]Él atribuye este razonamiento confuso y circular no sólo a los divulgadores, sino también a los teólogos de Princeton Charles Hodge, A. A. Hodge y B. B. Warfield. Barr describe la doctrina de las Escrituras de los princetonianos afirmando: “La Biblia era inerrante porque fue inspirada[…] Pero, ¿por qué fue inspirada? Porque hizo declaraciones inspiradas (y por lo tanto inerrantes) de que era inspirada. Es claro que el argumento era circular".[3] Esta caracterización del argumento de los princetonianos es confusa. Barr trata la declaración de Charles Hodge sobre la base de la autoridad bíblica: “La infalibilidad y la autoridad divina de las Escrituras se deben al hecho de que son la palabra de Dios; y son la palabra de Dios porque fueron inspiradas por el Espíritu Santo”, como si Hodge estuviera respondiendo a la pregunta sobre las razones para creer en la autoridad de las Escrituras.[4] Hodge estaba respondiendo la primera pregunta, ¡pero Barr pensó que él estaba respondiendo la segunda!

Sorprendentemente, Barr reconoce que Hodge distinguió la segunda pregunta de la primera pregunta. Barr escribe,

Pero entonces surge la pregunta: ¿cómo sabemos que lo que la Biblia enseña sobre la inspiración es verdad? En otras palabras, ¿se puede dar algún tipo de razón para aceptar esta doctrina bíblica de la inspiración? La respuesta de Hodge es que discutir esa cuestión está más allá de la esfera de la teología cristiana. ‘Después de mostrar lo que enseñan las Escrituras sobre el tema, sería necesario demostrar que lo que enseñan es verdad. Esta, sin embargo, no es la posición del teólogo cristiano’ (p. 166). Es decir, es una presuposición de cualquier actividad que se autodenomina teología cristiana que acepta, incluso sin pedir razón, la enseñanza de la Biblia sobre una cuestión como ésta.[5]

Barr convertiría a Hodge y Warfield en presuposicionalistas, aunque, cuando abordaron la segunda pregunta, ofrecieron una apologética sólida y consistente con métodos críticos en apoyo de la inspiración bíblica basada en el testimonio del Jesús histórico. En la cita anterior, Hodge simplemente está diciendo que tal tarea no recae sobre los hombros del teólogo sistemático, que está obligado sólo a responder la pregunta (1).

Entonces, como señala el teólogo filosófico contemporáneo Max Baker-Hytch, un teólogo puede recurrir a las Escrituras de dos maneras diferentes: (i) citando afirmaciones hechas por las Escrituras para demostrar lo que implica el teísmo cristiano y (ii) usando una declaración afirmada por las Escrituras como premisa en un argumento.[6] Lo que yo estaba haciendo tanto en mi capítulo como en la Pregunta # 709 era (i) y no (ii), ya que estoy escribiendo una teología sistemática y no una apologética.

Sin embargo, al final de mi capítulo, en la sección final "Justificación de la creencia en la inspiración bíblica", paso a la pregunta (2). Richard Swinburne identifica tres factores que aumentan la probabilidad de una afirmación de la revelación cristiana: (i) evidencia de la existencia de Dios; (ii) razones a priori que surgen de la naturaleza de Dios de que ciertas doctrinas son verdaderas de Él; y (iii) evidencia histórica relativa a las afirmaciones históricas del cristianismo y, en particular, a la resurrección de Jesús.[7] He defendido todos estos puntos en mis obras publicadas. Tomar estas consideraciones como dadas facilitará la justificación de las Escrituras como una revelación o comunicación objetiva de Dios.

En cuanto a las bases para aceptar las Escrituras como la Palabra de Dios, la Confesión 1.5 de Westminster dice:

El testimonio de la iglesia puede movernos e inducirnos a tener una estimación alta y reverencial por las Santas Escrituras. Asimismo, constituyen argumentos por los cuales ellas evidencian abundantemente, por sí mismas, ser la Palabra de Dios: el carácter celestial de su contenido, la eficacia de su doctrina, la majestad de su estilo, la armonía de todas sus partes, el propósito de todo su conjunto (que es dar toda gloria a Dios), la plena revelación que hacen del único camino de la salvación del ser humano, las muchas otras incomparables excelencias y su total perfección. Sin embargo, nuestra completa persuasión y seguridad de su infalible verdad y de su autoridad divina, proviene del Espíritu Santo que obra en nuestro interior, dando testimonio en nuestros corazones mediante la Palabra y con la Palabra.

 

La genialidad de esta declaración es su enfoque combinatorio para la justificación de la creencia en la inspiración de las Escrituras que, al aducir múltiples razones independientes, aumenta la probabilidad de su conclusión.

Se le da un lugar de honor al testimonio del Espíritu Santo de que las Escrituras son la Palabra infalible y autorizada de Dios. Los cristianos de todo el mundo y durante milenios tienen la experiencia de que Dios les habla por medio de las Escrituras. Experimentan las Escrituras como la Palabra de Dios para ellos. Este fenómeno de "experimentar como", parecido al fenómeno estrechamente relacionado de "ver que", es bien conocido en otros contextos.[8] Por ejemplo, alguien que no esté familiarizado con las reglas del béisbol puede, como nosotros, ver una bola blanca golpear sobre una cerca, pero no vería que se ha pegado un jonrón. Alguien puede experimentar la acción de una persona de confianza como una traición, mientras que una tercera persona ignorante no experimentaría la misma acción de esa manera. De igual manera, los cristianos pueden experimentar las Escrituras como la Palabra de Dios. Su verdad y autoridad son, a su vez, una implicación de que es la Palabra de Dios.

En este sentido, creer en las Escrituras como Palabra de Dios es lo que los epistemólogos llaman una creencia propiamente básica, basada en la experiencia de escuchar las Escrituras como Dios hablando. Es una creencia básica porque no se infiere de otras creencias proposicionales más fundamentales. Es propiamente básica porque está propiamente fundamentada y no simplemente arbitraria. Entre los epistemólogos contemporáneos se reconoce ampliamente la racionalidad de tales creencias propiamente básicas.[9] En ausencia de algún derrotador [defeater], entonces la creencia de que las Escrituras son la Palabra de Dios puede estar justificada epistémicamente.

Tomar la creencia en la inspiración de las Escrituras como una creencia propiamente básica, fundamentada en nuestra experiencia de las Escrituras como la Palabra de Dios, no excluye que también construyamos un caso histórico a favor de la inspiración de las Escrituras parecido al previsto por Hodge y Warfield. Tomar como punto de partida una especie de mero teísmo cristiano, uno recurre, ante todo, a las enseñanzas autorizadas del Jesús histórico para garantizar la creencia de que las Escrituras son la Palabra de Dios. Tal caso puede verse como una confirmación del testimonio del Espíritu, como insinuaron los teólogos de Westminster. Aquí hay una formulación simple de las premisas de tal argumento inductivo  favor de la inspiración bíblica:

1. Dios existe.

2. Dios resucitó a Jesús de entre los muertos.

3. Si Dios resucitó a Jesús de entre los muertos, Dios ratificó las enseñanzas de Jesús.

4. Las enseñanzas de Jesús eran de tal manera que podían interpretarse de manera plausible para implicar la inspiración de las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento.

Ten en cuenta que (4) se declara muy modestamente, lo que lo hace más fácil de justificar, ya que permite que las enseñanzas de Jesús también fueran de tal manera que se pudieran interpretar de manera plausible para no implicar la inspiración de las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento. Ten en cuenta también que (4) está formulada para permitir límites borrosos al canon, especialmente al canon del Nuevo Testamento, al hablar de las Escrituras del Nuevo Testamento, es decir, los libros incluidos (pero no necesariamente co-extensivos) en el canon Nuevo Testamento. El otorgamiento de parte de Jesús de su autoridad divina a los doce apóstoles da base para considerar que los escritos apostólicos tienen la misma autoridad en su enseñanza, dejándonos preguntar cuáles libros son apostólicos. Muy temprano,  los Evangelios y una colección de cartas de Pablo se consideraban como Escritura, a la par con el Antiguo Testamento. Si libros como Judas o Hebreos también deben incluirse entre los escritos apostólicos sigue siendo una pregunta abierta en lo que respecta a este argumento. Afortunadamente, no depende mucho doctrinalmente de cómo se responda a esta pregunta, ya que los Evangelios y los escritos de Pablo son adecuados para una formulación completa de la doctrina cristiana.

Además, como vieron los teólogos de Westminster, un creyente individual bien puede tener múltiples bases para creer en la inspiración bíblica, en cuyo caso un argumento evidencial que establezca su conclusión con una probabilidad de <.5 podría desempeñar un papel valioso en un caso acumulativo para la creencia en la inspiración de la Escritura. Cuando se basa la creencia en la inspiración de las Escrituras tanto en la obra interior del Espíritu Santo como en el testimonio de la historia, tenemos bases más firmes y, yo confío, suficientes para afirmar la inspiración de las

 

[1] Charles Hodge, Systematic Theology [Teología sistemática], 3 vols. (re-print ed.: Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans, 1940) I.153-4.

[2] James Barr, Fundamentalism [Fundamentalismo] , 2ª ed. (Londres: SCM, 1981), págs.72.

[3] Barr, Fundamentalism [Fundamentalismo], p. 263.

[4] Barr, Fundamentalism [Fundamentalismo], p. 262.

[5] Barr, Fundamentalism [Fundamentalismo], p. 262.

[6] Max Baker-Hytch, “Analytic Theology and Analytic Philosophy of Religion: What’s the Difference?” [Teología analítica y filsofía analítica de la religión: ¿Cuál es la diferencia?]  Journal of Analytic Theology 4 (mayo 2016), p. 351, 10.12978/jat.2016-4.120023010007a.

[7]Richard Swinburne, Revelation: From Metaphor to Analogy [Revelación: De la metáfora a la analogía], 2ª ed. (Oxford: Oxford University Press, 2007), pp. V-vi.

[8] Para una aplicación religiosa de “experimentar como”, véase a John H. Hick, Philosophy of Religion [Filosofía de la religión], 2ª ed., Foundations of Philosophy Series [Serie Fundamentos de la filosofía] (Englewood Cliffs, N.J.: Prentice-Hall, 1973), pp. 61-3.

[9] Véase Tyler Dalton McNabb, Religious Epistemology [Epistemología Religiosa], Cambridge Elements (Cambridge: Cambridge University Press, 2019).

- William Lane Craig