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El nacimiento de Dios

Summary

¿Tiene sentido afirmar que la Navidad marca el nacimiento de Dios? Esa pregunta evoca los debates teológicos primarios de los siglos IV y V -cómo Jesucristo puede ser considerado tanto humano como divino. En este artículo, el Dr. Craig ofrece su entendimiento de cómo la naturaleza divina y humana de Jesús se unen en una sola persona, cómo Sus debilidades y experiencias humanas fueron profundas y significativas y cómo uno puede aferrarse a celebrar «el nacimiento de Dios» en la temporada navideña.

Esta noche, se me ha pedido compartir acerca de «El Nacimiento de Dios». El título es incongruente porque parece ininteligible. ¿Cómo puede Dios, el Creador no creado de todas las cosas, tener un nacimiento? ¿Cómo puede nacer un ser que existe en sí mismo y que es eterno, el Creador del tiempo y del espacio? Eso no parece tener ningún sentido.

Y, sin embargo, en Navidad eso es -en cierta manera- precisamente lo que los cristianos celebran. La doctrina cristiana de la encarnación afirma que Jesucristo es Dios hecho carne y, de ese modo, Jesús era verdaderamente Dios y verdaderamente hombre. Él nació de la virgen María; es decir, Jesús tuvo una concepción sobrenatural, pero un nacimiento perfectamente natural. Puesto que Jesús era Dios en la carne, su madre María es llamada en los primeros credos cristianos «la Madre de Dios», o la «portadora de Dios». Esto no se debe a que Dios de alguna manera comenzó a existir como resultado de la concepción de María o que María, de alguna manera, procreó a Dios. Más bien, a María se le puede llamar portadora de Dios porque la persona que ella llevaba en su vientre y que dio a luz era divina. Por lo tanto, el nacimiento de Jesús en este sentido fue el nacimiento de Dios.

Pero eso no hace más que empujar el problema. ¿Cómo puede Jesús ser a la vez Dios y hombre, como creen los cristianos? Si algo parece ser una contradicción, ¡sin duda es esto! Ya que las propiedades de ser divino y las propiedades de ser humano parecen ser mutuamente excluyentes, es decir parecen cancelarse mutuamente. Dios existe en sí mismo, es necesario, eterno, todopoderoso, omnisciente, omnipresente, etc. Sin embargo, los seres humanos son creados, dependientes, y están limitados por el tiempo y limitados en poder, conocimiento y espacio. Entonces, ¿cómo puede una persona ser humana y divina a la vez?

El Nacimiento de Dios—La Biblia describe a Jesús como humano y divino a la vez

Ahora bien, en el caso de que el cristiano que se encuentre abrumado con esta pregunta tenga la tentación de evadir el problema simplemente negando que Jesús era realmente divino o negando que él era realmente humano, permítanme decir que la Biblia no nos deja esa opción abierta. El Nuevo Testamento afirma tanto la deidad como la humanidad de Jesucristo y, por lo tanto, nos obliga a plantearnos el problema. Tomemos, por ejemplo, el capítulo inicial del evangelio de Juan. Los evangelios de Mateo y Lucas comienzan con la historia de la concepción sobrenatural de Jesús y con el nacimiento virginal; pero el evangelio de Juan toma una perspectiva más cósmica, en la que Juan describe la encarnación de la preexistente Palabra o Verbo de Dios. Él escribe,

En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba con Dios en el principio.

Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir. En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla.

Vino un hombre llamado Juan. Dios lo envió como testigo para dar testimonio de la luz, a fin de que por medio de él todos creyeran. Juan no era la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz. Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo […]

Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Juan dio testimonio de él, y a voz en cuello proclamó: «Este es aquel de quien yo decía: “El que viene después de mí es superior a mí, porque existía antes que yo”». De su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia, pues la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo unigénito, que es Dios y que vive en unión íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer.

Aquí Juan describe a Jesús como «Dios», el Creador de todas las cosas, que se hizo carne y entró en la historia humana hace unos 2.000 años en Judea.  Así pues, la implicación es ineludible, al igual que el problema que plantea: Jesús era a la vez humano y divino.

A medida que las generaciones sucesivas en la iglesia primitiva se esforzaban por comprender la doctrina de la encarnación, algunas personas resolvieron esta aparente contradicción sólo a costa de negar uno u otro polo de la enseñanza bíblica. Grupos como los gnósticos o los docetistas, por ejemplo, negaban que Cristo era verdaderamente humano. Él simplemente aparentaba haber asumido forma humana; la carne de Cristo era meramente una ilusión o un disfraz y sus supuestos sufrimientos eran una mera apariencia. Por otra parte, grupos como los adopcionistas o los euticianos negaban, más bien, la verdadera divinidad de Cristo. Jesús de Nazaret era sólo un hombre mortal que Dios adoptó como Su Hijo y lo llevó al cielo. Oponiéndose a estos dos grupos, a la izquierda y a la derecha, la iglesia primitiva condenó repetidamente como herejía a cualquier negación de la humanidad o de la deidad de Cristo. Por más contradictorio o misterioso que esto pudiera parecer, los teólogos se mantuvieron fieles a la afirmación bíblica de que Jesucristo era verdaderamente Dios y verdaderamente hombre.

El Nacimiento de Dios—el debate sobre la naturaleza de Cristo

Con el tiempo, surgieron en la iglesia primitiva dos centros de debate teológico sobre la encarnación, uno en la ciudad de Alejandría, en Egipto, y el otro en la ciudad de Antioquía, en Siria. Ambas escuelas de pensamiento estaban unidas en la afirmación de que Jesucristo era tanto humano como divino; pero cada una ofrecía una manera diferente de comprender la encarnación. Permítanme que intente explicarlas porque estas perspectivas servirán como una plataforma para mi propia propuesta más adelante.

Tanto los teólogos de Alejandría como los de Antioquía presuponían que las cosas tenían naturalezas, es decir, propiedades esenciales que determinan qué tipo de cosa es algo. Por ejemplo, un caballo tiene una naturaleza diferente que un cerdo, y ambas [naturalezas] son diferentes a una naturaleza humana. Según el gran filósofo griego Aristóteles, la naturaleza de un ser humano es ser un animal racional. Esto significa que un ser humano está compuesto esencialmente por un alma racional y un cuerpo físico. Esta comprensión de la naturaleza humana fue aceptada por los teólogos tanto de Alejandría como de Antioquía por igual. Además, Dios, en esta visión, también tiene una naturaleza, la cual incluye propiedades tales como existir en sí mismo, ser eterno, todopoderoso, omnisciente, y así sucesivamente.

Ahora bien, la disputa entre Alejandría y Antioquía básicamente se redujo a esto: ¿Jesucristo tenía una naturaleza o dos naturalezas? Los teólogos de Alejandría argumentaban que el Cristo encarnado tenía una naturaleza que era una mezcla de propiedades divinas y humanas. Una de las propuestas más ingeniosas que salió de esta escuela fue ofrecida por el obispo Apolinar, quien murió alrededor del año 390 d.C. Apolinar propuso que en la encarnación Dios el Hijo, la segunda persona de la Trinidad, tomó un cuerpo humano, de manera que Jesucristo tenía un cuerpo humano pero una mente o alma divina. Por lo tanto, Dios vino a experimentar el mundo a través de un cuerpo humano y a sufrir en ese cuerpo, mientras que permanecía sin pecado e infalible en Su persona. Cristo tuvo, así, una naturaleza divino-humana y por eso era Dios y hombre.

Los teólogos de Antioquia atacaron la perspectiva de Apolinar por dos razones. En primer lugar, ellos argumentaban que, según la perspectiva de Apolinar, Cristo no tenía una naturaleza humana completa. Sólo tenía un cuerpo humano. Pero su alma era divina. Ser verdaderamente humano implica que esa persona tenga un cuerpo y un alma humana. Lo que distingue al hombre de los animales es su alma racional, no su cuerpo físico. Los teólogos de Antioquia, por lo tanto, acusaron que en la perspectiva de Apolinar la encarnación equivale a Dios convirtiéndose en un animal, no en un hombre. Su segunda objeción estaba relacionada con la primera. Como el propósito de la encarnación era la salvación de la humanidad, si Cristo no se hizo verdaderamente hombre, entonces la salvación se anulaba. La razón de ser de la encarnación era que, al convertirse en uno de nosotros e identificarse con nosotros sus semejantes humanos, Cristo podría ofrecer su vida impecable a Dios como una ofrenda sacrificial en nuestro favor. En la cruz, Jesucristo fue nuestro sustituto; Él cargó la paga del pecado que merecíamos. Jesús es, pues, el Salvador de todos los que ponen su confianza en él. Pero si Cristo no era verdaderamente humano, entonces él no podía servir como nuestro representante ante Dios, y su sufrimiento era nulo e inválido, y no hay salvación. Al negar la plena humanidad de Cristo, Apolinar socavó la salvación por medio de Cristo. Por esas razones, en el año 377, la perspectiva de Apolinar fue condenada como una herejía. La pregunta que permanece, creo yo, es si la perspectiva de Apolinar está totalmente en quiebra o si no contenía un valioso núcleo de verdad que todavía la haría rescatable.

¿Qué otra alternativa, entonces, tenían los teólogos de Antioquía? En contraste con los teólogos de Alejandría, los de Antioquía insistieron en que en la encarnación Cristo tenía dos naturalezas plenas o completas, una humana y otra divina. Ellos sostuvieron que Dios el Hijo, la segunda persona de la Trinidad, en cierto modo habitó[1] en el ser humano Jesús desde el momento de su concepción en el vientre de María. Un obispo prominente de la escuela de Antioquía llamado Nestorio, por lo tanto, objetó a María siendo llamada «la portadora de Dios», porque lo que ella portaba era la naturaleza humana de Cristo, no de Dios. La naturaleza humana de Cristo incluía tanto el cuerpo como el alma, los cuales de alguna manera fueron asumidos o poseídos por Dios el Hijo.

El problema con la perspectiva antioquena en las mentes de sus oponentes alejandrinos era que parecía implicar que había dos personas en Cristo. Primero, está la persona divina, la segunda persona de la Trinidad, que existía antes de la concepción milagrosa de María. Segundo, está la persona humana que fue concebida y engendrada por María. ¡Así que parece que tienes dos personas, una humana y otra divina! Pensémoslo de esta manera: una persona humana está constituida por un cuerpo y un alma. Así que, si Jesús tuviera una naturaleza humana completa, incluyendo un cuerpo humano y un alma humana, ¿por qué no habría una persona humana que comenzó a existir en el momento de su concepción y que luego fue habitada por Dios el Hijo? Pero en ese caso, uno no tiene una encarnación real, todo lo que uno tiene es sólo un ser humano habitado por Dios. El desafortunado Nestorio fue calificado por sus críticos como destructor de la unidad de la persona de Cristo, por lo que su perspectiva fue condenada como herética en 431.

El Nacimiento de Dios—Dos naturalezas plenas en una persona

Entonces, ¿qué se debía hacer? Para poder resolver la disputa entre Antioquía y Alejandría, se convocó un concilio ecuménico en Calcedonia en el año 451. La declaración emitida por el Concilio es una profunda y cuidadosa delimitación de los marcadores de canales para una doctrina ortodoxa de la encarnación. Esta declaración procura afirmar lo que es correcto en las perspectivas de ambas escuelas, a la vez que procura condenar dónde ellas están erradas. Básicamente, la declaración afirma a favor de Antioquía la diversidad de las naturalezas de Cristo, pero a favor de Alejandría la unidad de su persona: una persona que tiene dos naturalezas. Permítanme compartir la declaración del Concilio:

Ha de confesarse uno y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el cual es perfecto en divinidad y perfecto en humanidad; verdadero Dios y verdadero hombre, de alma racional y cuerpo; consubstancial al Padre según a la divinidad, y asimismo consubstancial con nosotros según la humanidad; semejante a nosotros en todo, pero sin pecado; engendrado del Padre antes de los siglos según la divinidad, y en los últimos días, y por nosotros y nuestra salvación, de la Virgen María, madre de Dios [theotokos], según la humanidad; que se ha de reconocer a uno solo y el mismo Cristo Hijo y Señor Unigénito, en dos naturalezas, sin confusión, sin mutación, sin división, sin separación, y sin que desaparezca la diferencia de las naturalezas por razón de la unión, sino salvando las propiedades de cada naturaleza, y uniéndolas en una sola persona y en una sola hipóstasis, no dividido o partido en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo Unigénito, Dios Verbo y Señor Jesucristo […]

Así que, según esa declaración, Cristo es una persona con dos naturalezas: humana y divina. Los dos errores que uno debe evitar cometer son dividir la persona y confundir las naturalezas. Las naturalezas son distintas y completas (plenas) y la persona es una en número.

Ahora bien, observen que la declaración del Concilio no pretende explicar cómo una persona puede tener dos naturalezas, una humana y una divina. Eso se deja para otros debates teológicos adicionales. Pero lo que el Concilio insistió es que si vamos a tener una doctrina bíblica de la encarnación, no debemos dividir la persona de Cristo en dos personas ni mezclar sus dos naturalezas en una sola naturaleza.

Entonces la pregunta es: ¿se puede hacer esto? ¿Puede construirse un relato lógicamente coherente y bíblicamente fiel de la encarnación? Muchos considerarían que eso es una tarea imposible. La encarnación es una doctrina que una persona rechaza como una contradicción o acepta como un misterio. No estoy de acuerdo con ellos. Creo que se puede construir un modelo lógicamente coherente y bíblicamente fiel de la encarnación. Y eso es lo que ahora me propongo esbozar brevemente para ustedes. Lo voy a desarrollar en tres pasos.

El Nacimiento de Dios—La racionalidad es compartida por ambas naturalezas de Cristo

Paso 1: Afirmar con el Concilio de Calcedonia que Cristo es una persona que tiene dos naturalezas. No se debe pensar de la encarnación como Dios convirtiéndose en una persona humana. La encarnación es totalmente diferente a las historias de la mitología antigua de los dioses convirtiéndose en hombres o animales por un tiempo y luego convirtiéndose en dioses otra vez. Cristo no fue primero Dios, luego un ser humano y más tarde Dios otra vez. Más bien, él era Dios y hombre simultáneamente. Por lo tanto, la encarnación no era una cuestión de sustracción—de Dios renunciando a ciertos atributos para poder convertirse en hombre. Más bien, la encarnación es una cuestión de adición—de Dios añadiéndole a la naturaleza divina (que Él ya tenía) otra naturaleza distinta, una naturaleza humana. De modo que, en la encarnación, Dios el Hijo llegó a tener dos naturalezas: una divina, la cual él siempre había tenido desde la eternidad, y una naturaleza humana, la cual comenzó en el momento de su concepción en el vientre de María. Por lo tanto, Jesús poseía todas las propiedades de la divinidad y todas las propiedades de la humanidad.

La pregunta es: ¿cómo puede una persona tener dos naturalezas de esta forma? Eso me lleva a mi segundo paso.

Paso 2: Afirmar con Apolinar que el alma de Jesucristo era Dios el Hijo. Lo que Apolinar vio correctamente fue que la mejor manera de evitar la falacia nestoriana de tener dos personas en Cristo es postular algún constituyente común compartido por su naturaleza humana y su naturaleza divina, de modo que esas dos naturalezas se superpongan, por así decirlo. En la propuesta de Apolinar, ese constituyente común era el alma de Jesucristo. Desafortunadamente, Apolinar aparentemente no pensaba que Cristo poseía una naturaleza humana completa, lo cual -como sus críticos correctamente señalaron- socavaba la humanidad de Cristo y su obra salvífica.

Pero, ¿estas deficiencias de la perspectiva de Apolinar son irremediables? No lo creo. Tenemos que recordar lo que es la naturaleza humana: ser humano es ser un animal racional. Como Dios no tiene cuerpo, Él no tiene una naturaleza animal. Pero Dios es la mente racional suprema. Por lo tanto, Dios el Hijo ya poseía antes de su encarnación racionalidad y personalidad[2]. Por lo tanto, al tomar un cuerpo humano, Dios el Hijo trajo al cuerpo físico de Cristo precisamente aquellas propiedades que lo elevarían de una mera naturaleza animal a una naturaleza humana completa, compuesta por un cuerpo y alma racional. La naturaleza humana de Cristo no puede ni siquiera existir independientemente de su unión con Dios el Hijo; Sólo sería un cadáver o un zombi. La humanidad de Cristo llega ser precisamente por medio de la unión de Dios el Hijo con su carne. Por lo tanto, Cristo  tiene dos naturalezas completas después de todo: una naturaleza divina, la cual preexistía desde la eternidad y una naturaleza humana, la cual comenzó a existir en el vientre de María en virtud de la unión de Dios Hijo con la carne.

Esta reformulación anula las objeciones tradicionales que se le hacen al apolinarismo. Pues, primero, Cristo sí tiene, en esta perspectiva, dos naturalezas completas (divina y humana), incluyendo un alma racional y un cuerpo. Segundo, como resultado, Cristo es verdaderamente humano y, por lo tanto, su muerte por nosotros es válida. Nótese que Cristo no es meramente humano, ya que también él era divino, sino que era verdaderamente humano y, por eso, podía presentarse como nuestro representante ante Dios, llevando nuestro castigo para que pudiéramos ser liberados.

¡Hasta aquí todo va bien! Aun así, la propuesta no es del todo adecuada. Ya que, si el alma de Jesucristo era Dios el Hijo, ¿cómo podemos darle sentido al retrato bíblico de Jesús como alguien que tiene una conciencia humana auténtica, la cual se desarrolló desde la infancia hasta la adultez? ¿Acaso mi propuesta no implica que Jesús era como una especie de súper hombre (superman), no susceptible a las limitaciones humanas? Eso me lleva a mi tercer paso.

Paso 3: Afirmar que los aspectos divinos de la personalidad de Jesús fueron, en gran parte, subliminales durante su vida terrenal. Sugiero que los elementos sobrehumanos de la persona de Jesús eran principalmente subconscientes. Esa sugerencia se extrae del entendimiento de la psicología profunda que dice que la conciencia de una persona es mucho más de lo que se es consciente. Todo el proyecto del psicoanálisis se basa en el hecho de que algunos de nuestros comportamientos están arraigados en profundos mecanismos de los cuales estamos mínimamente conscientes, si es que lo estamos. Pensemos en una persona que sufre de trastorno de personalidad múltiple. Aquí tenemos un ejemplo muy impresionante de la erupción de facetas subliminales de la mente de un individuo en distintas personalidades conscientes. En algunos casos, hay incluso una personalidad dominante que está consciente de todos los demás y que sabe lo que cada una de ellas sabe, pero que sigue siendo desconocida por ellas.

El hipnotismo también proporciona una demostración vívida de la realidad de lo subliminal. Como explica Charles Harris, a una persona que esté bajo hipnosis se le pueden contar ciertos hechos y después instruirle que los olvide cuando «despierte», pero, escribe Harris: «en su mente el conocimiento es real, y se manifiesta de maneras inconfundibles, especialmente haciéndole realizar. . . ciertas acciones, que, de no ser por la posesión de este conocimiento, no habría realizado. . .». Muchos de ustedes habrán visto incidentes bastante divertidos de ese fenómeno en la televisión, como el de un hombre hipnotizado para que piense que un árbol es una muchacha hermosa a quien él quiere proponer matrimonio. Harris continúa diciendo,

Y lo que es aún más extraordinario, es la posibilidad de hacer que alguien susceptible a la hipnosis vea y no vea el mismo el objeto en el mismo momento. Por ejemplo, se le puede decir a la persona que no vea un poste de luz, y de esa manera esa persona se hace (en el sentido común) totalmente incapaz de verlo. Sin embargo, ella sí lo ve, pues lo evade y no puede ser inducida a chocarse contra él.

De manera similar, durante su encarnación terrenal, Dios el Hijo permitió que fuesen parte de la conciencia despierta de Jesús solamente aquellos aspectos que eran compatibles con la experiencia humana típica, mientras que la gran parte de Su conocimiento -como la parte de un iceberg debajo de la superficie del agua- permanecía sumergida en su subconsciente. Según la teoría que propongo, Cristo es, por lo tanto, una sola persona, pero en esa persona los elementos conscientes y subconscientes son diferenciados de una manera teológicamente significativa. A diferencia del Nestorianismo, mi propuesta no significa que existen dos personas, como tampoco se constituyen dos personas de los aspectos conscientes y subconscientes de tu mente.

El nacimiento de Dios – Un modelo satisfactorio de Jesús como humano y divino

Esa teoría ofrece una explicación satisfactoria sobre Jesús, que se conforma a como lo vemos representado en los evangelios. En su experiencia consciente, Jesús creció en conocimiento y sabiduría, exactamente como sucede con un niño humano. No tenemos la monstruosidad del niño Jesús acostado en el pesebre mientras contempla el cálculo infinitesimal. Al poseer una conciencia humana típica, Jesús tuvo que enfrentar miedo, debilidad y tentación para alinear su voluntad con la voluntad de su Padre Celestial. En su experiencia consciente, Jesús fue genuinamente tentado, a pesar de ser realmente incapaz de pecar. Las instigaciones del pecado se sentían realmente y no podrían ser meramente disipadas como si fueran humo; resistir a la tentación requería de disciplina espiritual y resolución moral de parte de Jesús. En su conciencia despierta, Jesús realmente ignoraba ciertos hechos, a pesar de que fue preservado del error y siempre iluminado sobrenaturalmente por la subconsciencia divina. Aunque Dios Hijo posea todo el conocimiento acerca del mundo, desde la mecánica cuántica hasta la mecánica de automóviles, no hay razón para pensar que Jesús de Nazaret pudiera, sin el recurso de la subconsciencia divina, responder a preguntas sobre esos asuntos, podemos ver cuán bajo había descendido al condescender en asumir la condición humana. Además, en su vida consciente Jesús experimentó toda la gama de las ansiedades humanas y sintió heridas y cansancio físico. Mi propuesta también preserva la integridad y la sinceridad de la vida de oración de Jesús y explica el por qué él podía ser hecho perfecto por medio del sufrimiento. Él, al igual que nosotros, necesitaba ser dependiente de Dios momento tras momento para poder vivir de manera victoriosa en el mundo caído y para llevar a cabo exitosamente la misión que el Padre le había dado. Las agonías del Jardín de Getsemaní no fueron una mera representación teatral, sino la manifestación de la lucha genuina del Hijo encarnado en su conciencia despierta. Todas las objeciones tradicionales contra Dios el Hijo siendo la mente de Cristo se deshacen ante ese entendimiento de la Encarnación, pues aquí tenemos a un Jesús que no solamente es divino, sino que también comparte verdaderamente de la condición humana.

Por lo tanto, ¿La teoría de la encarnación que yo propongo es verdadera? Pienso que sólo podemos decir: ¡Dios es quién sabe! Sería una presunción de mi parte afirmar lo contrario. Pero lo que yo sí afirmo es que la teoría es tanto lógicamente coherente como bíblicamente fiel y, por eso, es posible que sea verdadera. Además, si es posiblemente verdadera, eso remueve cualquier objeción para la encarnación que tenga como base la alegación de que sea algo contradictorio decir que Jesucristo era al mismo tiempo verdaderamente Dios y verdaderamente hombre.

Pero la teoría hace más que eso, a mi parecer. Sirve también para llevarnos a adorar a Dios por Su acto de despojarse de sí mismo al asumir nuestra condición humana con todas las dolencias, luchas y limitaciones que ella conlleva y por nuestra salvación. El apóstol Pablo escribió: «Porque conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, sin embargo por amor a ustedes se hizo pobre, para que por medio de Su pobreza ustedes llegaran a ser ricos» (2 Corintios 8:9). Eso es lo que celebramos en la Navidad. En las palabras del gran escritor de himnos Charles Wesley:

En la carne a Dios mirad;
Es velada Deidad,
Con nosotros mora Él,
¡Qué es Jesús Emanuel!
¡Ángeles, anunciadle!
“Gloria al nacido Rey”.

La divinidad sublime en la carne se veló;
¡Ved a Dios morando en carne y adorad al Hombre-Dios!
Emanuel, Dios con nosotros, a la tierra descendió;
y hecho hombre, con nosotros tiene ya su habitación.

(Traducido del himno en inglés “Hark, the Herald Angels Sing”)

Artículo escrito por William Lane Craig, con el título en inglés “The Birth of God”.

 


[1] Nota del Traductor. Original: indwelt.

[2] NdT. Original: personhood.