English Site
back
05 / 06

El Gran Diseño — ¿Verdad o Ficción?

Summary

En lo referente a la creación del universo, Dios simplemente no era necesario. Esa es la conclusión del reconocido físico y cosmólogo británico Stephen Hawking, en su último libro con Leonard Mlodinow, El Gran Diseño. “No hace falta invocar a Dios para encender las ecuaciones y poner el universo en marcha”, escribe Hawking. Según Hawking, la gran explosión o big bang fue un acontecimiento natural que hubiera sucedido sin la ayuda o involucramiento de Dios. De manera que el nuevo libro de Hawking y Mlodinow ha causado una “gran explosión” entre laicos. Pero, ¿qué hay de las conclusiones de estos autores? ¿Qué tan correctas lo están? William Lane Craig, un destacado filósofo y teólogo cristiano, responde al nuevo libro de Hawking y Mlodinow.

Publicado por Enrichment (Invierno 2011), páginas 118-122

El Gran Diseño y la Filosofía

Stephen Hawking y Leonard Mlodinow comienzan su libro El Gran Diseño con una serie de preguntas profundas: ¿Cuál es la naturaleza de la realidad?, ¿de dónde vino todo lo que nos rodea? y ¿necesitó el universo de un creador? Luego dicen, “Tradicionalmente, éstas son cuestiones para la filosofía, pero la filosofía ha muerto. La filosofía no se ha mantenido al corriente de los desarrollos modernos de la ciencia, en particular de la física. Los científicos se han convertido en los portadores de la antorcha del descubrimiento en nuestra búsqueda de conocimiento”.1

El filósofo profesional solo puede poner sus ojos en blanco frente al descaro y a la condescendencia de tal declaración. Dos científicos, que a todo parecer, están poco familiarizados con la filosofía, están listos a pronunciar muerta a toda una disciplina e insultar a sus propios colegas de la facultad de filosofía de Cal Tech y de la Universidad de Cambridge — muchos de los cuales, como Michael Redhead y D. H. Mellor, son filósofos eminentes de la ciencia — por supuestamente no poder mantenerse al corriente [de los desarrollos modernos de la ciencia].

El filósofo profesional considerará que el veredicto de ellos no sólo es una condescendencia asombrosa, sino también un ingenuo indignante. La persona que afirme no tener necesidad de la filosofía es la más apta a ser burlada por ella. Así que uno podría anticipar que la exposición subsecuente de Mlodinow y Hawking de sus teorías favoritas, estarán apoyadas por una gran cantidad de presuposiciones filosóficas no examinadas. En efecto, esa expectativa es confirmada. Ellos afirman sus alegaciones sobre las leyes de la naturaleza, sobre la posibilidad de los milagros, el determinismo científico y la ilusión del libre albedrío, con sólo la más ligera justificación. Es obvio que estos dos científicos (Mlodinow y Hawking) están ocupados con preguntas filosóficas.

Lo que uno no podría esperar es que, después de pronunciar la muerte de la filosofía, Hawking y Mlodinow se sumergieran en una discusión filosófica sobre el realismo científico versus el antirrealismo. El primer tercio de su libro no se trata en lo absoluto de teorías científicas corrientes, sino que es una disquisición sobre la historia y filosofía de la ciencia. Encontré que esa sección es la más interesante y alucinante de todo el libro. Permítanme explicar.

Después de haber apartado un lunes por la tarde para leer el libro de Hawking y Mlodinow, pasé la mañana tratando con un artículo académico de nombre: Blackwell's Contemporary Debates in Metaphysics [Debates Contemporáneos en Metafísica de Blackwell] que presenta una visión filosófica conocida como el pluralismo ontológico. El pluralismo ontológico es una visión en una sub-disciplina de la filosofía, cuyo nombre suena como un tartamudeo: meta-metafísica, o, como se le llama a veces, meta-ontología. Como más, esta es la filosofía etérea. La ontología es el estudio de ser o de lo que existe, la naturaleza de la realidad. La meta-ontología es un escalón más alto: ella inquiere si las disputas ontológicas son significativas y cuál es la mejor manera para resolverlas.

El pluralismo ontológico mantiene que realmente no hay respuesta correcta a las muchas preguntas ontológicas (por ejemplo, “¿Existen los objetos compuestos?”). Según el pluralista ontológico, sólo hay diferentes maneras de describir la realidad y ninguna de ellas es más correcta o precisa que la otra. Literalmente, no hay ningún hecho en lo absoluto en respuesta a estas preguntas. De modo que si uno preguntara, “¿Existe tal cosa como la Luna?”, el pluralista ontológico diría que la pregunta no tiene respuesta objetiva. No es verdadero que la Luna existe y no es verdadero que la Luna no existe. Simplemente, no hay un hecho en lo absoluto de que exista tal cosa como la Luna. El pluralismo ontológico es, pues, una visión radical la cual es defendida solamente por un puñito de filósofos.

Imagínense mi asombro, por ende, al ver a Hawking y Mlodinow adoptar el pluralismo ontológico (sin estar conscientes del nombre) como su filosofía de ciencia. Ellos llaman a su postura “realismo dependiente del modelo”. Ellos explican que los modelos son sólo diferentes maneras de interpretar nuestras percepciones sensoriales. A su parecer, no hay una realidad objetiva a la que más o menos se ajustan nuestros modelos sobre el mundo. (Página 51).

De manera que Mlodinow y Hawking son antirrealistas extremos. Por ejemplo, contrastando la teoría del creacionismo de la tierra joven y la teoría del Big Bang (gran explosión), Hawking y Mlodinow afirman que mientras que la teoría del Big Bang “resulta más útil”, sin embargo, “no podemos afirmar que ninguno de los modelos es más real que el otro” (Pág. 35).

Uno no puede dejar de preguntarse qué tipo de argumento justificaría la adopción de una visión tan radical. Todo lo que Mlodinow y Hawking tienen para ofrecer es el hecho de que si por ejemplo fuésemos, por decir, habitantes de una realidad virtual controlada por seres extraterrestres, entonces no habría ningún modo para nosotros decir que estábamos en un mundo simulado, y de ese modo no habría razón para dudar de su realidad (Pág. 42). El problema con este tipo de argumento es que no excluye la posibilidad de que tengamos, en tal caso, dos modelos competentes sobre el mundo, uno el de los extraterrestres y otro el nuestro. Y uno de los modelos es verdadero y el otro falso, incluso si no podemos decir cuál es cual.

Además, el hecho de que nuestras observaciones dependan del modelo no implica que no podamos tener conocimiento de la manera que el mundo es (mucho menos que no haya manera de saber cuál mundo es). Por ejemplo, un laico que entra en un laboratorio científico podría ver que hay una maquinaria en la mesa del laboratorio, pero no la vería como un interferómetro en la mesa, ya que carece del conocimiento teórico para reconocerlo como tal. Un cavernícola al entrar en el laboratorio ni siquiera miraría que hay una maquinaria en la mesa, ya que le falta el concepto de una máquina. Pero eso no hace nada para socavar la verdad objetiva de la observación del técnico de laboratorio de que hay un interferómetro sobre la mesa.

Mlodinow y Hawking, no contentos con el pluralismo ontológico, realmente salen de lo más profundo cuando afirman: “No hay comprobación de realidad independiente del modelo. Se sigue que un modelo bien construido crea su propia realidad” (Pág. 172). Ésta es una afirmación de la relatividad ontológica, la visión de que la realidad misma es diferente para las personas que tienen diferentes modelos.

Si usted es Fred Hoyle, el universo realmente ha existido eternamente en un estado estacionario. Pero si usted es Stephen Hawking, el universo realmente comenzó con un big bang. Si usted es el antiguo médico Galeno, la sangre en realidadno circula por el cuerpo humano, pero si usted es William Harvey, quien descubrió la circulación, sí lo hace. Tal visión parece una locura y sólo se hace más locura con la afirmación de Mlodinow y Hawking de que el propio modelo es responsable de crear su respectiva realidad. No hay necesidad de decir que ninguna conclusión como esa se deduce del punto de que no haya un examen del modelo independiente para saber la manera que es el mundo.

Sin embargo, todo eso está fuera del punto principal. El punto principal es que, a pesar de sus presuposiciones de hablar como portadores de la antorcha científica del conocimiento, lo que Hawking y Mlodinow están haciendo es involucrarse en filosofía. Las conclusiones más importantes trazadas en su libro son de índoles filosóficas y no científicas. ¿Por qué, entonces, pronuncian ellos que la filosofía está muerta y afirman, como científicos, estar cargando con la antorcha del descubrimiento? Simplemente porque eso les permite encubrir su filosofar de aficionados (amateur) con el manto de la autoridad científica y de ese modo eluden la difícil tarea de argumentar (en vez de meramente afirmar) a favor de sus visiones filosóficas.

¿Porque Existe el Universo?

En su libro, Hawking y Mlodinow buscan dar respuestas a tres preguntas en este libro en el capítulo 1:

1. ¿Por qué hay algo en lugar de no haber nada?

2. ¿Por qué existimos?

3. ¿Por qué [tenemos] este conjunto particular de leyes y no otro?

Curiosamente, sus respuestas a cada una de esas preguntas resultan ser muy breves. De hecho, la pregunta (2) queda envuelta dentro de la (1) de modo que ni siquiera recibe una respuesta por separado.

La respuesta de Hawking y Mlodinow a las preguntas (1) y (2) es una apelación al modelo “sin fronteras” del origen del universo, popularizado por Hawking en su libro “Breve Historia del Tiempo”. Nuestros autores [aquí] simplemente exponen el modelo sin alegar ninguna evidencia a su favor, o sin mencionar alguno de los otros modelos alternativos. Tampoco responden a la crítica de que el llamado “tiempo imaginario” presentado en su modelo es físicamente ininteligible y, por lo tanto, es meramente un “truco” matemático útil para evitar la singularidad cosmológica que aparece en las teorías clásicas del principio del universo.

Incluso así, su exposición no carece de interés en lo que se refiere al comienzo del universo. Ellos escriben, “Darnos cuenta de que el tiempo se puede comportar como una dirección más del espacio implica que podemos librarnos del problema de que el tiempo tenga un comienzo de la manera análoga a como nos libramos del problema del borde del mundo. Supongamos que el inicio del universo fuera como el Polo Sur de la Tierra, con los grados de latitud desempeñando el papel del tiempo. Cuando nos desplazamos hacia el norte, los círculos de latitud constantes, que representarían el tamaño del universo, se expandirían. El universo empezaría como un punto en el Polo Sur, pero éste es en muchos aspectos como cualquier otro punto. Preguntar lo que ocurrió antes del inicio del universo resultaría en una pregunta sin sentido, porque no hay nada al sur del Polo Sur. En esa interpretación, el espacio-tiempo no tiene bordes-en el Polo Sur se cumplen las mismas leyes de la naturaleza que en todos los otros lugares”. (Pág.134-135).

Este pasaje es fascinante, ya que si tomamos la analogía en serio, ella plantea un punto de inicio de ambos el tiempo y el universo. A pesar del hecho de que el tiempo imaginario se comporta como cualquier otra dimensión espacial, Hawking permite que los círculos de latitud desempeñen el papel del tiempo, el cual tiene un punto de inicio en el Polo Sur. Cuando Hawking habla del “problema de que el tiempo tenga un comienzo”, a lo que se refiere es a la “objeción inmemorial a que el universo tuviera un inicio” (página 135), una objeción que su modelo remueve. Esa antigua objeción es la pregunta, “¿Qué ocurrió antes del inicio del universo?” Hawking está en lo cierto en que esa pregunta no tiene sentido en su modelo, pero lo que él deja de mencionar es que la pregunta es igualmente inútil en el modelo estándar del Big Bang, ya que no hay nada anterior a la singularidad cosmológica inicial. En cualquiera de los modelos, el universo tiene un comienzo temporal absoluto.

Así que la pregunta es: ¿Por qué el universo comenzó a existir? ¿Por qué hay algo en lugar de nada? Hawking y Mlodinow abogan lo que ellos llaman un enfoque “de abajo arriba” a esta pregunta. La idea aquí es comenzar con el universo que presentemente observamos, caracterizado por el modelo estándar de física de partículas y luego calcular, dada la condición de sin fronteras, la probabilidad de las diversas historias permitidas por la física cuántica para alcanzar nuestro estado actual. La historia más probable representa la historia del universo que observamos. Hawking y Mlodinow afirman que “en esa perspectiva, el universo apareció espontáneamente [de la nada]” (p. 136). Por “espontáneamente” ellos parecen querer decir: “sin una causa”.

Pero, ¿Cómo se deduce eso del modelo? El enfoque “de abajo arriba” calcula la probabilidad de nuestro universo observable, dada la condición sin fronteras. El enfoque de abajo arriba no calcula la probabilidad de que la condición sin frontera exista, sino que la da por sentado. Tal condición no es metafísica o físicamente necesaria. Si el universo llegó a existir no causado y de la nada, [entonces] él pudo haber tenido cualquier tipo de configuración espaciotemporal concebible, ya que la nada, o el no-ser, no tiene propiedades o restricciones, y no es regida por ninguna ley física. En el modelo sin frontera, la física empieza únicamente en el “Polo Sur”. No hay nada en el modelo que implique que ese punto apareció sin una causa. De hecho, la idea de que el ser pudo surgir sin una causa del no-ser parece metafísicamente absurda.

Hawking y Mlodinow parecen darse cuenta de que todavía no han respondido a la pregunta: “¿Por qué hay algo en lugar de nada?” ya que ellos vuelven a esa pregunta en su capítulo de conclusión y dan una respuesta totalmente diferente. Allí ellos explican que hay una energía constante de vacío contenida en el espacio desocupado o vacío, y si la energía positiva del universo asociada con la materia es balanceada equitativamente por la energía negativa asociada con la gravitación, entonces el universo, espontáneamente, puede surgir como una fluctuación de la energía en el vacío (que, en un hábil juego de manos, ellos dicen “podríamos también llamar […] cero”).

Eso parece ser un relato muy diferente del origen del universo, ya que presupone la realidad del espacio y la energía en él. Así que es desconcertante cuando Mlodinow y Hawking concluyen, “Como hay una ley como la de la gravedad, el universo puede ser y será creado de la nada en la manera descrita en el capítulo 6” (Pág.180). Aquí se dice que la “nada” de la que se habló en el capítulo 6 no es realmente “nada”, sino que es un espacio lleno de energía del vacío. Eso sirve para reforzar la convicción de que el enfoque sin fronteras sólo describe la evolución de nuestro universo desde su origen en su “Polo Sur” hasta su presente estado, pero permanece en silencio en cuanto al por qué el universo surgió a la existencia en primer lugar.

Lo que eso implica es que Hawking y Mlodinow no han comenzado, ni siquiera a abordar la pregunta filosófica, “¿Por qué hay algo en lugar de nada?” Pues la “nada”, en su vocabulario, no tiene el sentido tradicional de “no-ser” sino que en vez quiere decir “el vacío cuántico”. Ellos ni siquiera están respondiendo la misma pregunta. Al igual que el estudiante de filosofía que ante la pregunta “¿Qué es el Time [Time en inglés significa “tiempo”)?” en su prueba final del semestre, él responde “es una revista noticiera semanal”, del mismo modo Hawking y Mlodinow, por equivocación, han evitado la pregunta difícil.

¿Por qué el universo está finamente ajustado para la vida?

Si ellos han fracasaron en responder las preguntas (1) y (2), ¿qué hay entonces de la pregunta (3)?: ¿Por qué tenemos este conjunto particular de leyes y no otro? El asunto aquí es explicar el aparentemente milagroso ajuste fino del universo para que pudiera surgir la vida inteligente. Hawking y Mlodinow expresan esta idea mediante la observación de que “en años recientes los físicos se empezaron a preguntar cómo hubiera sido el universo si las leyes de la naturaleza fueran diferentes” (pág. 159). Desafortunadamente, esta declaración es muy engañosa. Los científicos que lidian con el ajuste fino no se están preguntando como hubiera sido el universo si hubiera estado gobernado por diferentes leyes de la naturaleza. Más bien, se están preguntando cómo sería el universo si fuera gobernado por las mismas leyes de la naturaleza, pero con diferentes valores para las constantes físicas que aparecen en ellas y con diferentes cantidades para las condiciones iniciales en las cuales operan las leyes.

Nadie sabe cómo hubiera sido un universo gobernado por leyes diferentes. Pero porque estamos refiriéndonos a universos gobernados por las mismas leyes pero con diferentes números puestos para las constantes y cantidades, podemos calcular qué tipo de universo las leyes predecirían (tal como Hawking y Mlodinow ilustran en las páginas 159-162). Así que la pregunta (3) está mal formulada de la manera que se hizo. La pregunta real es: ¿Por qué este particular conjunto de constantes y cantidades y no otro?

Ahora bien, hay tres posibles respuestas para esa pregunta: La necesidad física, el azar o el diseño. Hawking y Mlodinow rechazan la hipótesis de la necesidad física: “parece que los valores de los parámetros fundamentales e incluso la forma de las leyes aparentes de la naturaleza no son exigidos por ningún principio físico o lógico” (p.143). Dado que Mlodinow y Hawking no quieren nada que ver con un Diseñador Cósmico, ellos optan por la hipótesis del azar. Como las probabilidades de que nuestro universo esté finamente ajustado para la [existencia de la] vida inteligente son tan incomprensiblemente remotas, Hawking y Mlodinow recurren a la Hipótesis de Muchos Mundos para aumentar los recursos probabilísticos de uno al punto en que se hace inevitable que un universo finamente ajustado apareciera por azar en algún lugar de ese Conjunto de Mundos o multiverso. Si hay un número infinito de universos ordenados al azar en el Conjunto, entonces un universo finamente ajustado aparecerá en algún lugar de ese Conjunto, por pura casualidad.

Si la Hipótesis de Muchos Mundos ha de ser ciencia seria y no especulación metafísica, algún tipo de mecanismo necesita ser proporcionado para generar este Conjunto de Mundos. El mecanismo al que Hawking y Mlodinow recurren es el enfoque de la teoría cuántica de “suma de historias”, de Richard Feynman. Este es el enfoque que Hawking utiliza en el modelo sin fronteras para calcular la historia más probable del universo (dada esa condición de sin fronteras) para nuestro estado observado presente. Hawking y Mlodinow toman esas otras historias alternativas de que el universo hubiera procurado ser real, universos paralelos que son tan reales como nuestro universo.

Desafortunadamente, eso no es ciencia sino una pieza de metafísica gratuita. El método “suma de historias” de Feynman no es más que un instrumento matemático para calcular la probabilidad de la llegada de una partícula subatómica desde un punto a otro punto. Uno imagina todos los posibles caminos que la partícula podría haber tomado y luego, sobre esa base, calcula la probabilidad de que llegue al destino observado. No hay bases para interpretar que este “truco” matemático implique la realidad ontológica de universos espaciotemporales concretos.

Hawking y Mlodinow también recurren a la Teoría-M, o de supercuerdas, para generar un Conjunto de Mundos de universos que exhiben varios valores de las constantes de la naturaleza. Tal especulación es problemática en un número de maneras que ellos no discuten. Primero, el “paisaje cósmico” de esos 10500 diferentes universos posibles consistentes con las leyes de la naturaleza que permiten la Teoría-M son sólo eso: posibilidades. No son más mundos reales de lo que lo son las historias de Feynman.

Segundo, no está claro que 10500 posibilidades sean suficientes para garantizar la existencia de universos finamente ajustados en este paisaje. ¿Qué ocurre si la probabilidad del ajuste fino sea menor que 1: 10500? Eso pudiera ser especialmente problemático en lo que concierne con las condiciones arbitrarias iniciales.

Por último, ¿el propio multiverso que describe la Teoría-M exhibe ese ajuste fino? Si lo hace, entonces el problema ha sido simplemente pospuesto un poquito más atrás. Parece que sí, pues tal como Hawking y Mlodinow explican, la Teoría-M requiere precisamente de once dimensiones si ha de ser viable. Aún así, la teoría no puede explicar por qué deberían existir justamente ese número de dimensiones.

Además, Mlodinow y Hawking ni siquiera mencionan (y mucho menos responden a) las mordaces criticas de Roger Penrose a la Hipótesis de los Muchos Mundos para explicar el ajuste fino en su obra “El Camino a la Realidad”. Es decir, él argumenta, que si fuéramos solamente un miembro al azar de un Conjunto de Mundos, entonces sería incomprensiblemente más probable que deberíamos estar observando un universo bastante diferente al que observamos, lo que invalida fuertemente la Hipótesis de Muchos Mundos. No hay excusa para que Hawking haya dejado de responder a las críticas de su visión de parte de su antiguo colaborador.

Conclusión

En síntesis, a pesar de las cacareadas afirmaciones de Hawking y Mlodinow y sus constantes ataques contra las creencias religiosas a lo largo de este libro, hay en realidad un beneficio genuino en él para los creyentes religiosos, especialmente para aquellos interesados en la teología natural. Pues los autores afirman y argumentan a favor de los hechos de un comienzo absoluto del tiempo, del universo y del aparentemente milagroso ajuste fino del universo para que exista vida inteligente. Dada la desesperación y/o irrelevancia de las respuestas ofrecidas por ellos para las preguntas que motivaron su investigación, su libro resulta ser de bastante apoyo para la existencia de un Creador trascendente y Diseñador del cosmos.

  • [1]

    Stephen Hawking y Leonard Mlodinow, “The Grand Design” [Publicado en español con el título: El Gran Diseño, publicado por Crítica, 2010]. Todos los números de páginas son tomados de la versión en inglés.